Al quedar libres, Pedro y Juan volvieron a los suyos y les relataron todo lo que les habían dicho los jefes de los sacerdotes y los ancianos.
Hch 4:24 Cuando lo oyeron, alzaron unánimes la voz en oración a Dios: «Soberano Señor, creador del cielo y de la tierra, del mar y de todo lo que hay en ellos,
Hch 4:25 tú, por medio del Espíritu Santo, dijiste en labios de nuestro padre David, tu siervo: »“¿Por qué se sublevan las naciones y en vano conspiran los pueblos?
Hch 4:26 Los reyes de la tierra se rebelan y los gobernantes se confabulan contra el Señor y contra su ungido.”[b]
Hch 4:27 En efecto, en esta ciudad se reunieron Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y con el pueblo[c] de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste
Hch 4:28 para hacer lo que de antemano tu poder y tu voluntad habían determinado que sucediera.
Hch 4:29 Ahora, Señor, toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el proclamar tu palabra sin temor alguno.
Hch 4:30 Por eso, extiende tu mano para sanar y hacer señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús.»
Hch 4:31 Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos; todos fueron llenos del Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno.
Hch 4:32
Los creyentes comparten sus bienes
Todos los creyentes eran de un solo sentir y pensar. Nadie consideraba suya ninguna de sus posesiones, sino que las compartían.
Hch 4:33 Los apóstoles, a su vez, con gran poder seguían dando testimonio de la resurrección del Señor Jesús. La gracia de Dios se derramaba abundantemente sobre todos ellos,
Hch 4:34 pues no había ningún necesitado en la comunidad. Quienes poseían casas o terrenos los vendían, llevaban el dinero de las ventas
Hch 4:35 y lo entregaban a los apóstoles para que se distribuyera a cada uno según su necesidad.
Hch 4:36 José, un levita natural de Chipre, a quien los apóstoles llamaban Bernabé (que significa: Consolador[d] ),
Hch 4:37 vendió un terreno que poseía, llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles.