(“¿De Nazaret puede salir algo de bueno?”

[Juan_1:46]). El Señor Jesús fue conocido como “el hijo del carpintero” (Mateo_13:55; Mar_6:3)



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miércoles, 9 de abril de 2014

DAVID DIAMOND 2013 #1 ANGELES & DEMONIOS www.universobiblico.tv

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Satanás conquista la tierra
Gén_3:1-7

   COMO YA HEMOS DESCUBIERTO, Lucifer codició para sí la gloria que pertenecía al infinito y eterno Dios. A fin de obtener esa gloria, Satanás quiso colocar una hueste innumerable de ángeles bajo su autoridad. En Apo_12:4 leemos que cuando Satanás se rebeló contra Dios arrastró consigo la tercera parte de los seres angelicales creados. Pero Lucifer deseaba revestirse de la gloria de Dios extendiendo también su autoridad a la esfera terrenal de la creación. De este modo podría declararse independiente de Dios y reclamar una autoridad igual a la suya.
   Este deseo de gobernar la tierra lo llevó a poner un plan en marcha. En el primer capítulo del libro de Génesis, versículo 26, mientras creaba al hombre, el Señor dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.» Cuando Dios creó al hombre y lo colocó sobre la tierra, le dio autoridad sobre ella. El hombre no era independiente de Dios. Su dependencia le hacía reconocer que Dios era soberano, que tenía el derecho de gobernar, y que era un Dios de gloria. Pero el hombre fue designado representante de Dios sobre la tierra para la administración de los asuntos de Dios y de su reino. El hombre gobernaba, pero por permiso divino. Y Satanás, en su deseo de obtener el dominio de esta tierra, atacó al hombre.
   En el tercer capítulo del Génesis observamos el primer asalto que Satanás dirigió en esta esfera terrenal contra el representante de Dios, el hombre. El relato de la tentación nos es muy conocido. Quienes creen en la Palabra de Dios creen que este incidente fue real y que no debe ser relegado a la categoría de mito. No es la personificación de alguna idea indefinida que surgió en las mentes humanas para explicar la presencia del pecado y que debe ser desechada como realidad. Esto sucedió. Lucifer entró al huerto del Edén, donde Dios había colocado al hombre en el momento de su creación, para apartar su corazón del camino de la obediencia a Dios.
   Cuando Dios puso a Adán en el huerto del Edén, el cual era un reflejo de la perfección del cielo, le dijo: «De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» (Gén_2:16.) Este mandato restringía la libertad del hombre. El hombre no es libre cuando se halla totalmente independizado de toda autoridad. El hombre es verdaderamente libre cuando puede escoger a quien ha de servir como esclavo. Y Adán se hallaba libre en cuanto podía elegir obedecer a Dios, sometiendo su voluntad a la voluntad divina. Dios había impuesto esta prohibición a Adán: «Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» Ni el corazón ni la mente de Adán objetaron jamás esta restricción. Nunca se le ocurrió pensar que Dios le había negado celosamente algo que hubiera sido para su provecho o beneficio. Dios en su gracia infinita había proporcionado a su criatura todo lo que ella pudiera querer, necesitar o desear. Sin embargo, cuando Lucifer se acercó a tentar a Adán lo tentó en la misma esfera de la prohibición divina, la esfera que había hecho a Adán verdaderamente libre.
   En Gén_3:1 leemos que la serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho. Debe observarse ante todo en nuestra comprensión de la metodología satánica que en la tierra Satanás no puede manifestar físicamente su cuerpo celestial. Para poder manifestarse en la tierra en cualquier forma visible, debe apropiarse un cuerpo físico por medio del cual pueda obrar. El Hijo eterno de Dios podía aparecer físicamente. En el Antiguo Testamento el Ángel de Jehová era una aparición preencarnada del Señor Jesucristo sobre la tierra. El Ángel de Jehová apareció en un cuerpo físico y caminó y habló con los hombres. Pero Satanás no tiene este poder. Más bien se ve precisado a posesionarse de un hombre, una mujer o algún animal para poder manifestar su presencia entre los hombres. Cuando Satanás fue al huerto del Edén a tentar a Adán y Eva para sujetarlos a su propia voluntad, eligió utilizar el cuerpo de una serpiente.
   No pensemos que aquel reptil haya concebido el plan, ni que se opusiera a la declaración de Dios, ni que le importaran las decisiones que tomaran Adán y Eva. Aquel reptil se limitó a facilitar el cuerpo que Satanás utilizó.  Se nos dice que la serpiente (ahora poseída por Satanás) era más astuta que todos los animales del campo. Ningún animal ha concebido jamás la idea de rebelarse contra Dios. La creación animal se halla en perfecta sujeción a Dios. Los evangelios relatan que cuando Cristo fue tentado en el desierto por Satanás, durante cuarenta días las fieras fueron su única compañía. ¿Qué tiene de significativo esto? Que toda la creación, salvo el hombre, reconoce que Dios es soberano. Las fieras que estaban allí con Jesucristo durante ese período de tentación se sometieron a su autoridad. La serpiente del Génesis no fue elegida porque fuera más astuta, sino porque era un medio adecuado por el cual Satanás podía acercarse a Eva. Y llegó a ser más astuta que todo animal del campo en cualquier época, ya que logró que Eva se rebelara contra la voluntad de Dios.
   Lo sutil fue que Satanás pudo acercarse a Eva sin revelar quién era ni cuál era realmente su propósito. Porque Satanás sabía que de haber ido a Eva y haberse revelado abiertamente como enemigo de Dios, invitándola a repudiar la voluntad divina, Eva y Adán hubieran respondido negativamente, repudiando su intento, y su deseo de gobernar este universo se hubiera visto frustrado. De modo que a Satanás le fue necesario transformarse en algo que no era. Si pasamos al Nuevo Testamento en 2Co_11:13-14, veremos que el Apóstol advierte cómo Satanás sigue utilizando el mismo método. Leemos: «Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.» También se menciona esta transformación en el capítulo doce del Apocalipsis cuando leemos en  el  versículo   nueve   con   relación   a   Satanás:
«Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero...»
   Ahora bien, diablo y Satanás son palabras significativas, porque significan «engañador» y «calumniador». Cuando Satanás vino para oponerse a la voluntad de Dios, se presentó como un engañador y denigró el carácter y el amor de Dios para poder desviar a Adán y a Eva de su voluntad. Tomemos debida nota de este principio: Satanás siempre obra denigrando la bondad y la santidad de Dios y engañando a los hombres con respecto a su relación para con Dios y la voluntad divina. La serpiente, sutilmente, por engaño, formuló una pregunta: «¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» Esta pregunta tenía por objeto descubrir cuánto sabía Eva con respecto a lo que Dios había dicho. Para poder engañar a una persona, Satanás tiene que empezar por averiguar el grado de conocimiento que esa persona tiene. Este principio aún tiene vigencia. Si una persona ignora por completo la Palabra de Dios, de tal modo que no sabe nada acerca de la persona de Dios, de su carácter y de sus demandas, a Satanás le resulta fácil engañarla haciéndola creer que ella es completamente aceptable delante de Dios y que no es necesario en absoluto tratar el problema del pecado. Pero si una persona conoce la Palabra de Dios y la santidad de Dios y conoce su propia impiedad, le resulta mucho más difícil a Satanás mantenerla en tinieblas.
   Así que Satanás sondeó para descubrir cuánto sabía Eva de la Palabra de Dios. Para ello formuló esta pregunta: «¿Es cierto que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» Y Eva tuvo que confesar que Dios había impuesto una restricción sobre ella, ya que contestó correctamente: «Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.» Observarás que Eva conocía la prohibición, como también la pena de la desobediencia. Demostró que se hallaba familiarizada con lo que Dios había dicho: El demandaba obediencia a su palabra y había fijado una pena para la desobediencia. Satanás entonces actuó en base a este conocimiento.
   Satanás respondió al conocimiento de Eva con una negativa lisa y llana. «Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis.» Esto constituye una negación categórica de lo que Dios había dicho. Y éste es el mayor insulto que una criatura haya hecho jamás a Dios, porque con ello la serpiente decía abiertamente que Dios era un mentiroso. Acusó a Dios de engaño. ¿No resulta acaso significativo que quien vino a engañar, cuya naturaleza es engañosa, acusara a un Dios santo y justo de aquello que constituía su propio carácter tergiversado y pervertido?
   Luego explicó en el versículo cinco la razón por la cual Dios había negado a Adán y Eva el fruto de este árbol: «Sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.» Aclaremos este versículo para descubrir la intención de Satanás. La palabra traducida «Dios» es Eloim y es el nombre de Dios en el Antiguo Testamento. Adán y Eva nada sabían de las deidades falsas. Satanás les dijo que si comían de aquel árbol serían semejantes a Dios. ¿Recuerdas lo que el profeta Isaías describió como el deseo de Satanás? «Seré semejante al Altísimo.» Ahora bien, la tentación que presentó a Eva era que si ella tomaba del fruto  del árbol y lo comía,  en  desobediencia a Dios, se elevaría a tal posición que sería semejante al Altísimo. Satanás sabía que quien tiene el derecho de ser obedecido tiene el derecho de ser adorado, porque es soberano. También sabía que si lograba seducir a Eva para que desobedeciera a Dios, su desobediencia constituiría un acto de obediencia a él, y en consecuencia él tendría el derecho de ser adorado. Y si el hombre obedece a Satanás y lo adora, Satanás ha usurpado el lugar de Dios en la creación y ha llegado a ser semejante al Altísimo. En realidad lo que dijo fue: «Dios es celoso; quiere reservarse el derecho de gobernar. No quiere compartir su gloria con nadie. Dios sabe que si tomas este fruto y lo comes serás elevada a su trono y te hallarás en pie de igualdad con Dios. Dios te ha negado la única cosa que te hace menor que El. Si comes este fruto serás semejante a Dios.»
   En la mente de Eva nació un deseo de elevarse a una posición de igualdad con Dios, de revestirse de la gloria inherente al trono de Dios, de compartir la gloria de su trono. Eva alcanzó y tomó el fruto, lo comió y lo ofreció a Adán, el cual también lo comió. El resultado (versículo 7) fue que «fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos». Pero no estaban desnudos ante los ojos de su compañero ni ante la vista de los animales del huerto, ni siquiera ante la vista de Satanás. Estaban desnudos ante los ojos de Dios, porque no hay nada que pueda cubrir la desobediencia que ahora caracterizaba su vida y su andar. Nada podía cubrir el pecado y la maldad causada por su rebelión contra Dios.
   Para poder tomar el fruto que Eva le ofreció, Adán tuvo que renunciar al cetro que Dios le había dado cuando le dijo: «Sojuzgad la tierra.» Porque Adán no podía tener en su mano el cetro y el fruto prohibido al mismo tiempo. Adán sólo podía gobernar mientras fuera obediente. Y allí estaba Lucifer, para arrebatar el cetro que Adán dejó caer.
   En la carta a los Efesios, capítulo 2, versículo 2, el Apóstol nos dice: «En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire.» Esta descripción —el príncipe de la potestad del aire— reconoce que Satanás ha usurpado el poder de Dios en el dominio angelical. En 2Co_4:4 descubrimos que Pablo reconoce que Satanás ha usurpado la autoridad en otro dominio: «En los cuales el dios de este siglo ("mundo" en la versión inglesa) cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.» A Satanás se lo denomina allí el Dios de este mundo. En su rebelión contra Dios, llevó ángeles tras sí y se constituyó en un príncipe del dominio celestial. Pero al inducir a Adán y a Eva a la desobediencia, se transformó en el dios de este mundo. Mediante su usurpación de poder en estos dos dominios, Satanás ha tratado de revestirse de la gloria que le pertenece a Dios. Como cuenta con la obediencia de una hueste innumerable de ángeles caídos, se declara independiente de Dios e igual o superior a Dios. A causa de la obediencia que le prestan todos los hombres desde la caída de Adán, Satanás reclama la autoridad que pertenecía al Creador y pretende ser soberano en este dominio terrenal.
   Cuando consideramos la tentación en el huerto del Edén, nos llama la atención el hecho de que Eva tuviera un conocimiento de Dios. Conocía su mandato. Conocía su voluntad. Había andado en armonía y comunión con su amor en el huerto al aire del día. El pecado de Eva nació cuando ella reemplazó el conocimiento divino por el razonamiento humano. Cuando atendió al susurro de Satanás, quien ponía la Palabra de Dios en tela de juicio, ya había dado su primer paso hacia renunciar a la autoridad de Dios.
   La duda y el escepticismo sólo pueden comenzar en la mente. Cuando una persona se acerca a la Palabra de Dios con su propia mente natural, ya ha abierto la puerta al repudio de toda la revelación divina, porque está reemplazando la revelación divina con el razonamiento humano. El Apóstol señala en el primer capítulo de Romanos que el mundo no conoce a Dios. La sabiduría divina es desconocida para los sabios de este mundo. 1Co_1:18-25 lo explica muy claramente:
   «Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.»
   Y cuando el Apóstol fue a Corinto, se dijo: «No he venido a Corinto como un filósofo, porque la filosofía es razonamiento natural, una mente natural y oscurecida que trata de penetrar en las cosas de Dios por medio del razonamiento. He venido como un revelador. No he venido para emprender la búsqueda de la luz. He venido a traerla. Esa luz se halla en la palabra de Dios. Esa luz se halla en el Evangelio de Jesucristo.» En consecuencia, Pablo dijo: «Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.»
   Si confiamos hoy en la sabiduría natural, en el razonamiento natural, en la filosofía natural, nunca comprenderemos las cosas de Dios ni la persona de Dios, porque el hombre no puede conocer a Dios por medio de la filosofía. Nadie podrá conocerle a El hasta que renuncie a su propia sabiduría y acepte la revelación de Dios. Hasta tanto uno confíe mediante un acto de fe en lo que se halla revelado en la Palabra de Dios, seguirá permaneciendo en ignorancia con respecto a las cosas divinas, no importa cuantos títulos universitarios posea.
   Lucifer preguntó a Eva: «¿Cuánto sabes?» Su desmentida de lo que ella sabía produjo escepticismo en la mente de Eva, y ese escepticismo produjo la desobediencia. Como resultado de la desobediencia, el cetro que Dios había dado a Adán pasó a manos de Satanás. Eva fue vencida por las dudas con respecto a la verdad divina, y a causa de ello Satanás se revistió de la gloria de Dios, porque primero Eva y luego Adán se sometieron a él y le adoraron en vez de obedecer a Dios. Tú puedes repetir el mismo pecado. Hasta que te entregues completamente a la verdad de la Palabra de Dios y hagas de ella tu fundamento para la eternidad y tu norma para la vida actual, puedes ser alucinado, engañado y conducido por un sendero de tinieblas. El deseo de Satanás es mantenerte bajo su autoridad, bajo su control, y sometido a su gobierno. No habrá liberación alguna de este reino de tinieblas ni liberación del dios de este mundo hasta que aceptes por la fe a Jesucristo como tu Salvador. No serás partícipe con Dios de la vida eterna hasta que recibas a Jesucristo. Dios te ofrece un Salvador que es sabiduría de Dios, poder de Dios y justicia de Dios, el Único que puede quebrantar el dominio de Satanás sobre tu vida.
 
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