(“¿De Nazaret puede salir algo de bueno?”

[Juan_1:46]). El Señor Jesús fue conocido como “el hijo del carpintero” (Mateo_13:55; Mar_6:3)



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miércoles, 9 de abril de 2014

EL VATICANO Y SU RELACIÓN CON DEMONIOS EXTRATERRESTRES

La caída de Satanás

Eze_28:11-27

   ¿DE DÓNDE vino Satanás? ¿Creó Dios al Diablo? ¿Es Dios el responsable de que exista el mal? Estas preguntas asedian a la persona que tropieza con la existencia de nuestro adversario a la luz de la revelación bíblica de la santidad de Dios. La filosofía jamás podrá dar una respuesta satisfactoria a estas preguntas. La única respuesta satisfactoria es la que nos proporciona Dios en Su Palabra.
    En Ezequiel 25-32 el profeta se halla pronunciando el juicio sobre muchos de los enemigos de Israel. Describe el juicio divino de Dios sobre las naciones que han perseguido a Israel. En el capítulo 28, versículos 1 al 10, ha entregado un mensaje de juicio contra la tierra de Tiro. Tiro, una parte de la Siria bíblica al norte, ocupada por los fenicios, era uno de los principales enemigos de Israel. Pero en los versículos 11 al 17 el profeta va más allá del verdadero «príncipe de Tiro», el rey de esa nación, y dirige un mensaje de juicio sobre aquel que controlaba al «príncipe de Tiro», y a quien se denomina el rey de Tiro. Debiéramos observar que Satanás obra por intermedio de los hombres. En muchas ocasiones obra por medio de los gobernantes. Como Satanás deseaba exterminar a Israel para que el Mesías de Dios no pudiera venir a bendecir la tierra por intermedio de esa nación, puso a las naciones gentiles en acción contra Israel. Los gentiles al perseguir y tratar de exterminar a Israel estaban ejecutando la filosofía y el programa de Satanás sin reconocerlo ni darse cuenta de ello. Y así como el profeta pronuncia el juicio sobre este enemigo de Israel en los versículos 1 al 10, prosigue para dar un mensaje de juicio sobre quien controla a estos príncipes gentiles.
   Satanás era conocido al principio por el nombre de Lucifer, que significa «el portador de luz», «el ser brillante» o «el resplandeciente». En Eze_28:11-13 descubrimos por qué su nombre era tan apropiado. El profeta comienza su juicio diciendo «levanta endechas sobre el rey de Tiro (esto es, sobre Satanás mismo) y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura». El versículo 12 nos describe algo de la perfección de Lucifer antes de su caída.
   Lucifer fue un ser creado. Se señala esto en el versículo 15. «Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad.» Sólo Dios es eterno. Sólo Dios posee la vida eterna o vida increada. Todo lo demás que tiene vida existe porque Dios lo creó. Todas las cosas creadas tienen una vida distinta de la que tiene Dios, un tipo de vida creada. Dios en su obra de la creación comenzó creando una hueste innumerable de seres angelicales, uno de los cuales fue Lucifer. Como criatura éste se hallaba obligado a adorar, servir y obedecer al Creador. Satanás no fue creado como el diablo que llegó a ser por su rebelión. Las Escrituras testifican en el versículo 15: «Perfecto eras en todos tus caminos», refiriéndose a Satanás.
   No sólo era perfecto en todos sus caminos, sino que de acuerdo con el versículo 12, era la suma de la sabiduría y la hermosura. En primer lugar, Lucifer era el más sabio de todos los seres creados por Dios. Dios lo había puesto por encargado de todos los asuntos del dominio angelical. Aunque toda la autoridad residía en el trono de Dios, El había delegado ciertas facultades administrativas en Lucifer. Dios lo había preparado por creación para el desempeño de estas funciones.
   La Palabra de Dios nos revela varias funciones que fueron asignadas a los ángeles por el Creador. En Efe_1:21 descubrimos que existen distintos rangos o clases de ángeles. Se les menciona como principados, autoridades, poderes y señoríos. Estas cuatro palabras se refieren a distintos rangos o clases de seres angelicales, cada uno con sus propias responsabilidades, cada uno en su propia esfera, cada uno con su propio ministerio.
   Algunos seres angelicales tienen un ministerio de preservación. Por ejemplo, en Heb_1:14 el autor nos dice que los ángeles son espíritus ministradores; es decir siervos que protegen y preservan a quienes serán los herederos de la salvación. Si Satanás pudiera hacerlo, despoblaría el cielo evitando que la gente reciba a Cristo por Salvador. Pero no puede hacerlo a causa del ministerio de los ángeles a favor de los que serán herederos de la salvación. En el Sal_91:11. el Salmista dice que Dios «mandará a sus ángeles acerca de ti, para que te lleven en sus manos, para que tu pie no tropiece en piedra». Me alienta saber que algunos de los ángeles de Dios esperaron a través de los siglos hasta que yo naciera, me guardaron hasta que pude recibir a Cristo como mi Salvador, y continúan guardándome ahora. Cuando manejo mi automóvil por las autopistas llenas de vehículos me siento agradecido de esta enseñanza bíblica. Innumerables huestes de ángeles, pues, fueron creadas para guardar y preservar a quienes habrían de ser los herederos de la salvación.
   Algunos ángeles son los agentes por medio de los cuales Dios realiza milagros. Tenemos un ejemplo de ello en Hch_5:19, donde se relata que los apóstoles fueron librados de la cárcel por el ángel del Señor, quien les abrió las puertas. Ello sucedió nuevamente en Hch_12:7-8. Dios fue quien libertó, pero se valió de los ángeles para efectuar el milagro.
   En Apo_16:1 descubrimos que ciertos ángeles tienen un ministerio de juicio. Leemos allí: «Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.» Leyendo el Apocalipsis, observamos que los juicios de los últimos tiempos son administrados por medio de ángeles. Recordamos que cuando Dios juzgó a los egipcios a fin de que los israelitas fueran libertados de la esclavitud, fue un ángel el que recorrió la tierra para hacer morir al primogénito donde no hubiera sangre en el dintel y en los postes. Los ángeles, pues, tienen también un ministerio de juicio.
   Luego descubrimos en Heb_2:2 que algunos ángeles tienen un ministerio de revelación, que son como canales a través dé los cuales la verdad de Dios es revelada a los hombres. El nos dice en este versículo: «Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros...?» Quizá se refiera a la experiencia en el monte Sinaí, cuando la ley fue entregada a Moisés por medio del ministerio de los ángeles. Esta es otra clasificación del trabajo asignado a los ángeles.
Como habrás observado, los ministerios ya enumerados tienen que ver con el hombre. Pero hay
ángeles que realizan ministerios que tienen que ver con Dios. En Isaías 6:1 el profeta nos dice:
«En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de El había serafines...»  Ahora  bien,  los  serafines  eran  una clase de ángeles que ministraban a Dios. Los serafines en cuestión rodeaban el trono de Dios y daban voces el uno al otro diciendo «Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena  de   su  gloria».   Estos   ángeles   son  ángeles adoradores que protegen el trono de Dios contra cualquier invasión de impiedad.
   En el primer capítulo de la profecía de Ezequiel encontramos otra referencia a estos seres angelicales, mencionados en el versículo 5 como «cuatro seres vivientes». En el versículo 13 descubrimos que tenían una apariencia semejante a «carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos que andaba entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos. Y los seres vivientes corrían y volvían a semejanza de relámpagos». Observarás que se hace referencia a los ángeles como «encendidos», como «resplandecientes», como «hachones encendidos» o como «relámpagos». El término serafín en Isa_6:2 significa literalmente seres resplandecientes o seres encendidos. En este capítulo 1 de Ezequiel se describe el brillo que emanaba de estos seres angelicales.
   En Ezequiel estos «seres vivientes» del capítulo 1 son denominados querubines: «Miré, y he aquí en la expansión que había sobre la cabeza de los querubines como una piedra de zafiro, que parecía como semejanza de un trono.» El versículo 3 prosigue: «Y los querubines estaban a la mano derecha de la casa cuando este varón entró; y la nube llenaba el atrio de adentro. Entonces la gloria de Jehová se elevó de encima del querubín.» Al referirse a los querubines, los profetas están hablando de otra clase de ángeles que tenían un ministerio ante el trono de Dios, distinto del de los serafines. 
   Los querubines se mencionan varias veces en la Palabra de Dios. En Génesis 3:24, luego del pecado de Adán y Eva, Dios los expulsó del huerto y puso querubines y una espada encendida a su entrada para guardar la entrada del huerto. La próxima referencia a los querubines se halla en Éxo_25:18 cuando se le mandó a Moisés hacer un arca, el arca del pacto; debía construirse un propiciatorio que sirviera de cubierta al arca y debían colocarse dos querubines encima del arca y rodeando el propiciatorio.  Luego  en  Apo_4:8-9  hallamos otra referencia a estos seres vivientes llamados querubines. Juan nos dice que «no cesaban día y noche de decir:   Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. Y... aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos». Observarás que estos seres vivientes de Apocalipsis 4 son adoradores. Mientras los serafines decían «santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso»  estaban  mirando  alrededor  del  trono  para protegerlo   de   cualquier   invasión   de   impiedad. Cuando los querubines rodean el trono están mirando hacia él y declarando que el que se halla sentado sobre el trono es «santo, santo, santo... Señor   Dios   Todopoderoso».   Los   querubines   de Génesis 3 a la entrada del Edén se hallaban allí para proteger la santidad. Los querubines se hallaban sobre el arca del pacto y sobre el propiciatorio declarando que la santidad sería satisfecha mediante la ofrenda de la sangre. Los querubines del Apocalipsis están adorando a Dios porque la victoria de Cristo sobre Satanás ha vindicado la santidad de Dios.
   Cuando volvemos a Eze_28:14 descubrimos que Lucifer era uno de los querubines protectores grandes. En base a lo que antecede podemos darnos cuenta de la posición eminente de Lucifer en el momento de su creación. Lucifer no era un ángel de una categoría inferior. Era uno de los querubines que podían contemplar el trono de Dios y tributar alabanza y acción de gracias y adorar al Dios santo. Ahora bien, si tratamos de asignar posiciones a los distintos órdenes de ángeles, llegaremos a la conclusión de que el querubín que podía estar en la presencia de Dios y mirarlo o ministrar ante el trono ocupaba la más alta de las posiciones y era el más privilegiado de todos los seres creados. Lucifer fue puesto sobre esta clase tan privilegiada de ángeles por mandato divino.
   Satanás no era tan sólo el más sabio de los seres creados, sino también el más hermoso. En Eze_28:13 el profeta nos describe algo de la hermosura de Lucifer. Y lo hace refiriéndose a él a través del uso de las piedras preciosas. Dice: «De toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina (piedra marrón rojiza), topacio (amarillo dorado), jaspe (incoloro; refleja todos los colores), crisólito (piedra color rojo oscuro), berilo (multicolor) y ónice (verde azulado); de zafiro (azul vivo e intenso), carbunclo (o granate, que es rojo sangre intenso), esmeralda (con su verde centelleante).» ¡Qué conjunto de colores! ¡Qué arco iris de brillantez!   Pero,   lógicamente,  una  piedra  preciosa no tiene luz propia. Si lleváramos cualquier piedra preciosa a una pieza oscura, no brillaría. No luciría. ¡ Su belleza no es propia! Su belleza estriba en su capacidad de reflejar la luz exterior. Cuando Dios creó a Lucifer, lo creó con capacidad de reflejar la gloria de Dios mejor que cualquier otro ser creado. Pero la belleza que se observaba en el más sublime de los seres angelicales era una belleza que le fue dada por creación, no una belleza propia por naturaleza. Era belleza reflejada. Dios en su santidad era la luz que hacía que Lucifer irradiara y destellara la gloria que era Suya. Podría decirse que Lucifer era perfecto en hermosura, porque ninguna criatura reflejó tan plenamente la gloria de Dios.
   Los instrumentos musicales fueron concebidos originalmente como medios de alabar y adorar a Dios. No era necesario que Lucifer aprendiera a tocar un instrumento musical para alabarle. Por decirlo así, tenía un órgano de tubos dentro de sí, o era un órgano. Esto es lo que el profeta quiso decir cuando dijo: «los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación». Lucifer, a causa de su hermosura, hacía lo que un instrumento musical haría en las manos de un diestro músico: producir un himno de alabanza a la gloria de Dios. Lucifer no necesitaba buscar quien tocara el órgano para él poder cantar la doxología: él era en sí una doxología. La misma hermosura de Dios que reflejaba traía alabanza, honra y gloria a Dios. Lucifer era llamado el ser resplandeciente, el portador de la luz, y ningún otro ángel podía reflejar el grado de la gloria de Dios que reflejaba mientras resplandecía hasta lo sumo con alabanza al Dios que lo había creado.
   ¿Cuál es el deber de una criatura? Someterse a su  creador.  La  criatura  debe  reconocer  que  es hechura de Dios y que el Creador se halla por encima de él. Pero leemos en Eze_28:16-17 que Lucifer dejó su lugar de criatura y usurpó la posición del Creador. «Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor.» Lucifer, la criatura, no reconoció como soberano al Dios que había demostrado la extraordinaria grandeza de su poder al dotarlo de tal hermosura y gloria. La sabiduría que Dios había dado a Lucifer fue pervertida. Seguro que se dijo: «Un ser tan sabio como yo debiera ser Dios; un ser tan hermoso como yo debiera ser adorado, y no adorar a otro.» Precisamente lo que Dios le había dado se convirtió en la asechanza que lo hizo renegar de su posición de obediencia, sumisión y dependencia. El ser que fue creado para demostrar y manifestar la gloria de Dios trató de glorificarse a sí mismo mediante su declaración de independencia. ¿Sabía Dios cuando lo creó que el orgullo cautivaría el corazón de Lucifer? Sí; dado que Dios es omnisciente, lo sabía. ¿Podría haberlo evitado? Sí; ya que Dios es omnipotente, podría haberlo evitado. ¿Por qué no lo hizo? Nadie lo sabe. Dios ha elegido entrar en conflicto con el príncipe de la potestad del aire para demostrar a toda la creación, por medio de su victoria sobre las innumerables huestes de maldad, que El es un Dios de gloria, un Dios de santidad, un Dios de poder, un Dios que es digno de ser adorado y alabado.
   Hace algunos años, siendo yo pastor en un lugar cerca de Filadelfia, vino a nuestra congregación un hombre que se había trasladado del medio oeste para ocupar un puesto en el departamento de piedras preciosas de las grandes tiendas John Wanamaker de Filadelfia. Al visitarlo varias veces durante el transcurso de mi ministerio pastoral, había hablado con él acerca de su trabajo y acerca de algunas de las piedras preciosas que él había visto y comerciado. Cierto día en que visitaba yo la tienda, me llamó y me dijo:
   —Le gustaría ver un diamante que acabamos de recibir.
Volvió  al  subsuelo,  regresó  con  una  pequeña bolsa de gamuza y me dijo: —Abra la mano.
Abrió la bolsa, depositó una piedra en mi mano y me preguntó:
   —¿Había tenido antes un diamante de medio millón de dólares en la mano? Le contesté: —¡ No muy a menudo!
Había colocado un diamante de medio millón de dólares en la palma de mi mano. Un escalofrío me bajó por la columna vertebral. Cuando hube examinado la enorme piedra quedé sumamente desilusionado, porque hasta la pequeña piedra que mi esposa usaba sobre su dedo brillaba más y tenía mucha más vida y fuego que el diamante. Evidentemente él me leyó el pensamiento. Sonrió y me dijo: —Alcáncemela.
   Introdujo la mano debajo del mostrador, sacó un trozo de terciopelo negro y colocó la piedra sobre él. De pronto el diamante cobró vida. Brillaba, chispeaba. Me explicó que cuando uno tiene un diamante en la mano éste luce inerte, opaco, porque refleja el color de la carne. Pero una vez colocado sobre un fondo negro el diamante reflejó luz y pudimos observar su belleza. Del mismo modo, cuando Dios quiso mostrar la perfección de Su santidad, la reveló contra el telón negro del pecado. Cuando Jesucristo vino a salvar a los pecadores, el contraste entre su persona y la humanidad pecaminosa hizo resplandecer la gloria de su absoluta santidad.
Creo que nadie podrá comprender jamás por qué Dios permitió la caída de Satanás. Pero las Escrituras registran el hecho de que el más sabio y hermoso de los seres creados por Dios apartó su vista del Creador y la volvió hacia sí mismo. No reconoció que todo lo que él era y todo lo que él tenía le había sido concedido por la mano del Creador, ante quien era responsable. Al darle las espaldas a Dios se volvió hacia sí mismo y se transformó en un ser fundamentalmente egoísta. Todo hombre nacido en este mundo después del pecado de Adán ha tenido una naturaleza exactamente igual a la de su padre, el diablo. Lo que caracteriza al hombre pecador es el egoísmo y el egocentrismo. El hombre se caracteriza por su orgullo. Vive su vida independientemente de Dios y sólo perpetúa la naturaleza de su padre, el diablo. A menos que llegues a comprender algo del egoísmo, del orgullo y de la independencia básicos que caracterizaron a Satanás cuando él dejó su estado original, nunca te comprenderás a ti mismo ni comprenderás las tentaciones que se te presentan día tras día.
   Un hombre puede hoy en día andar de acuerdo al modelo de Lucifer. Puede enorgullecerse de su preparación, de sus capacidades intelectuales, de sus logros, y no reconocer que todo lo que tiene es don de Dios. Puede enorgullecerse de todo lo que tiene en el dominio material y no reconocer que proviene de Dios. Puede enorgullecerse de su posición en el mundo profesional y no reconocer que también esto es un don de la gracia de Dios. Cuando un hombre se observa aparte de Dios está perpetuando el pecado de Lucifer, andando según su propio camino. La conducta de una persona que se amolda a la conducta de Lucifer puede ser alterada, pero ello sólo sucede cuando recibe a Jesucristo como Salvador personal. En ese momento recibe una nueva naturaleza mediante un nuevo nacimiento; su egoísmo fundamental puede ser desplazado por una preocupación por los demás. El orgullo que en un tiempo caracterizaba todos sus pensamientos permite al recién nacido hijo de Dios verse en relación filial con Dios; se da cuenta que no es nada y que depende de un padre. Quiera Dios que reconozcas que eres hijo de tu padre, el diablo. No eres un pequeño Lucifer; eres un pequeño diablo. La diferencia es enorme. Dios desea sacarte de esa familia e introducirte en su familia. ¿Lo aceptarás a El como Salvador?

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