(“¿De Nazaret puede salir algo de bueno?”

[Juan_1:46]). El Señor Jesús fue conocido como “el hijo del carpintero” (Mateo_13:55; Mar_6:3)



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miércoles, 9 de abril de 2014

(Nuevo en la red) De la delincuencia a Cristo, Testimonio de Angélica de...

Dan 4:2  Conviene que yo declare las señales y milagros que el Dios Altísimo ha hecho conmigo.

Dan 4:3  ¡Cuán grandes son sus señales, y cuán potentes sus maravillas! Su reino, reino sempiterno, y su señorío de generación en generación. 

DAVID DIAMOND 2013 #1 ANGELES & DEMONIOS www.universobiblico.tv

4

Satanás conquista la tierra
Gén_3:1-7

   COMO YA HEMOS DESCUBIERTO, Lucifer codició para sí la gloria que pertenecía al infinito y eterno Dios. A fin de obtener esa gloria, Satanás quiso colocar una hueste innumerable de ángeles bajo su autoridad. En Apo_12:4 leemos que cuando Satanás se rebeló contra Dios arrastró consigo la tercera parte de los seres angelicales creados. Pero Lucifer deseaba revestirse de la gloria de Dios extendiendo también su autoridad a la esfera terrenal de la creación. De este modo podría declararse independiente de Dios y reclamar una autoridad igual a la suya.
   Este deseo de gobernar la tierra lo llevó a poner un plan en marcha. En el primer capítulo del libro de Génesis, versículo 26, mientras creaba al hombre, el Señor dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.» Cuando Dios creó al hombre y lo colocó sobre la tierra, le dio autoridad sobre ella. El hombre no era independiente de Dios. Su dependencia le hacía reconocer que Dios era soberano, que tenía el derecho de gobernar, y que era un Dios de gloria. Pero el hombre fue designado representante de Dios sobre la tierra para la administración de los asuntos de Dios y de su reino. El hombre gobernaba, pero por permiso divino. Y Satanás, en su deseo de obtener el dominio de esta tierra, atacó al hombre.
   En el tercer capítulo del Génesis observamos el primer asalto que Satanás dirigió en esta esfera terrenal contra el representante de Dios, el hombre. El relato de la tentación nos es muy conocido. Quienes creen en la Palabra de Dios creen que este incidente fue real y que no debe ser relegado a la categoría de mito. No es la personificación de alguna idea indefinida que surgió en las mentes humanas para explicar la presencia del pecado y que debe ser desechada como realidad. Esto sucedió. Lucifer entró al huerto del Edén, donde Dios había colocado al hombre en el momento de su creación, para apartar su corazón del camino de la obediencia a Dios.
   Cuando Dios puso a Adán en el huerto del Edén, el cual era un reflejo de la perfección del cielo, le dijo: «De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» (Gén_2:16.) Este mandato restringía la libertad del hombre. El hombre no es libre cuando se halla totalmente independizado de toda autoridad. El hombre es verdaderamente libre cuando puede escoger a quien ha de servir como esclavo. Y Adán se hallaba libre en cuanto podía elegir obedecer a Dios, sometiendo su voluntad a la voluntad divina. Dios había impuesto esta prohibición a Adán: «Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» Ni el corazón ni la mente de Adán objetaron jamás esta restricción. Nunca se le ocurrió pensar que Dios le había negado celosamente algo que hubiera sido para su provecho o beneficio. Dios en su gracia infinita había proporcionado a su criatura todo lo que ella pudiera querer, necesitar o desear. Sin embargo, cuando Lucifer se acercó a tentar a Adán lo tentó en la misma esfera de la prohibición divina, la esfera que había hecho a Adán verdaderamente libre.
   En Gén_3:1 leemos que la serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho. Debe observarse ante todo en nuestra comprensión de la metodología satánica que en la tierra Satanás no puede manifestar físicamente su cuerpo celestial. Para poder manifestarse en la tierra en cualquier forma visible, debe apropiarse un cuerpo físico por medio del cual pueda obrar. El Hijo eterno de Dios podía aparecer físicamente. En el Antiguo Testamento el Ángel de Jehová era una aparición preencarnada del Señor Jesucristo sobre la tierra. El Ángel de Jehová apareció en un cuerpo físico y caminó y habló con los hombres. Pero Satanás no tiene este poder. Más bien se ve precisado a posesionarse de un hombre, una mujer o algún animal para poder manifestar su presencia entre los hombres. Cuando Satanás fue al huerto del Edén a tentar a Adán y Eva para sujetarlos a su propia voluntad, eligió utilizar el cuerpo de una serpiente.
   No pensemos que aquel reptil haya concebido el plan, ni que se opusiera a la declaración de Dios, ni que le importaran las decisiones que tomaran Adán y Eva. Aquel reptil se limitó a facilitar el cuerpo que Satanás utilizó.  Se nos dice que la serpiente (ahora poseída por Satanás) era más astuta que todos los animales del campo. Ningún animal ha concebido jamás la idea de rebelarse contra Dios. La creación animal se halla en perfecta sujeción a Dios. Los evangelios relatan que cuando Cristo fue tentado en el desierto por Satanás, durante cuarenta días las fieras fueron su única compañía. ¿Qué tiene de significativo esto? Que toda la creación, salvo el hombre, reconoce que Dios es soberano. Las fieras que estaban allí con Jesucristo durante ese período de tentación se sometieron a su autoridad. La serpiente del Génesis no fue elegida porque fuera más astuta, sino porque era un medio adecuado por el cual Satanás podía acercarse a Eva. Y llegó a ser más astuta que todo animal del campo en cualquier época, ya que logró que Eva se rebelara contra la voluntad de Dios.
   Lo sutil fue que Satanás pudo acercarse a Eva sin revelar quién era ni cuál era realmente su propósito. Porque Satanás sabía que de haber ido a Eva y haberse revelado abiertamente como enemigo de Dios, invitándola a repudiar la voluntad divina, Eva y Adán hubieran respondido negativamente, repudiando su intento, y su deseo de gobernar este universo se hubiera visto frustrado. De modo que a Satanás le fue necesario transformarse en algo que no era. Si pasamos al Nuevo Testamento en 2Co_11:13-14, veremos que el Apóstol advierte cómo Satanás sigue utilizando el mismo método. Leemos: «Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.» También se menciona esta transformación en el capítulo doce del Apocalipsis cuando leemos en  el  versículo   nueve   con   relación   a   Satanás:
«Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero...»
   Ahora bien, diablo y Satanás son palabras significativas, porque significan «engañador» y «calumniador». Cuando Satanás vino para oponerse a la voluntad de Dios, se presentó como un engañador y denigró el carácter y el amor de Dios para poder desviar a Adán y a Eva de su voluntad. Tomemos debida nota de este principio: Satanás siempre obra denigrando la bondad y la santidad de Dios y engañando a los hombres con respecto a su relación para con Dios y la voluntad divina. La serpiente, sutilmente, por engaño, formuló una pregunta: «¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» Esta pregunta tenía por objeto descubrir cuánto sabía Eva con respecto a lo que Dios había dicho. Para poder engañar a una persona, Satanás tiene que empezar por averiguar el grado de conocimiento que esa persona tiene. Este principio aún tiene vigencia. Si una persona ignora por completo la Palabra de Dios, de tal modo que no sabe nada acerca de la persona de Dios, de su carácter y de sus demandas, a Satanás le resulta fácil engañarla haciéndola creer que ella es completamente aceptable delante de Dios y que no es necesario en absoluto tratar el problema del pecado. Pero si una persona conoce la Palabra de Dios y la santidad de Dios y conoce su propia impiedad, le resulta mucho más difícil a Satanás mantenerla en tinieblas.
   Así que Satanás sondeó para descubrir cuánto sabía Eva de la Palabra de Dios. Para ello formuló esta pregunta: «¿Es cierto que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» Y Eva tuvo que confesar que Dios había impuesto una restricción sobre ella, ya que contestó correctamente: «Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.» Observarás que Eva conocía la prohibición, como también la pena de la desobediencia. Demostró que se hallaba familiarizada con lo que Dios había dicho: El demandaba obediencia a su palabra y había fijado una pena para la desobediencia. Satanás entonces actuó en base a este conocimiento.
   Satanás respondió al conocimiento de Eva con una negativa lisa y llana. «Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis.» Esto constituye una negación categórica de lo que Dios había dicho. Y éste es el mayor insulto que una criatura haya hecho jamás a Dios, porque con ello la serpiente decía abiertamente que Dios era un mentiroso. Acusó a Dios de engaño. ¿No resulta acaso significativo que quien vino a engañar, cuya naturaleza es engañosa, acusara a un Dios santo y justo de aquello que constituía su propio carácter tergiversado y pervertido?
   Luego explicó en el versículo cinco la razón por la cual Dios había negado a Adán y Eva el fruto de este árbol: «Sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.» Aclaremos este versículo para descubrir la intención de Satanás. La palabra traducida «Dios» es Eloim y es el nombre de Dios en el Antiguo Testamento. Adán y Eva nada sabían de las deidades falsas. Satanás les dijo que si comían de aquel árbol serían semejantes a Dios. ¿Recuerdas lo que el profeta Isaías describió como el deseo de Satanás? «Seré semejante al Altísimo.» Ahora bien, la tentación que presentó a Eva era que si ella tomaba del fruto  del árbol y lo comía,  en  desobediencia a Dios, se elevaría a tal posición que sería semejante al Altísimo. Satanás sabía que quien tiene el derecho de ser obedecido tiene el derecho de ser adorado, porque es soberano. También sabía que si lograba seducir a Eva para que desobedeciera a Dios, su desobediencia constituiría un acto de obediencia a él, y en consecuencia él tendría el derecho de ser adorado. Y si el hombre obedece a Satanás y lo adora, Satanás ha usurpado el lugar de Dios en la creación y ha llegado a ser semejante al Altísimo. En realidad lo que dijo fue: «Dios es celoso; quiere reservarse el derecho de gobernar. No quiere compartir su gloria con nadie. Dios sabe que si tomas este fruto y lo comes serás elevada a su trono y te hallarás en pie de igualdad con Dios. Dios te ha negado la única cosa que te hace menor que El. Si comes este fruto serás semejante a Dios.»
   En la mente de Eva nació un deseo de elevarse a una posición de igualdad con Dios, de revestirse de la gloria inherente al trono de Dios, de compartir la gloria de su trono. Eva alcanzó y tomó el fruto, lo comió y lo ofreció a Adán, el cual también lo comió. El resultado (versículo 7) fue que «fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos». Pero no estaban desnudos ante los ojos de su compañero ni ante la vista de los animales del huerto, ni siquiera ante la vista de Satanás. Estaban desnudos ante los ojos de Dios, porque no hay nada que pueda cubrir la desobediencia que ahora caracterizaba su vida y su andar. Nada podía cubrir el pecado y la maldad causada por su rebelión contra Dios.
   Para poder tomar el fruto que Eva le ofreció, Adán tuvo que renunciar al cetro que Dios le había dado cuando le dijo: «Sojuzgad la tierra.» Porque Adán no podía tener en su mano el cetro y el fruto prohibido al mismo tiempo. Adán sólo podía gobernar mientras fuera obediente. Y allí estaba Lucifer, para arrebatar el cetro que Adán dejó caer.
   En la carta a los Efesios, capítulo 2, versículo 2, el Apóstol nos dice: «En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire.» Esta descripción —el príncipe de la potestad del aire— reconoce que Satanás ha usurpado el poder de Dios en el dominio angelical. En 2Co_4:4 descubrimos que Pablo reconoce que Satanás ha usurpado la autoridad en otro dominio: «En los cuales el dios de este siglo ("mundo" en la versión inglesa) cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.» A Satanás se lo denomina allí el Dios de este mundo. En su rebelión contra Dios, llevó ángeles tras sí y se constituyó en un príncipe del dominio celestial. Pero al inducir a Adán y a Eva a la desobediencia, se transformó en el dios de este mundo. Mediante su usurpación de poder en estos dos dominios, Satanás ha tratado de revestirse de la gloria que le pertenece a Dios. Como cuenta con la obediencia de una hueste innumerable de ángeles caídos, se declara independiente de Dios e igual o superior a Dios. A causa de la obediencia que le prestan todos los hombres desde la caída de Adán, Satanás reclama la autoridad que pertenecía al Creador y pretende ser soberano en este dominio terrenal.
   Cuando consideramos la tentación en el huerto del Edén, nos llama la atención el hecho de que Eva tuviera un conocimiento de Dios. Conocía su mandato. Conocía su voluntad. Había andado en armonía y comunión con su amor en el huerto al aire del día. El pecado de Eva nació cuando ella reemplazó el conocimiento divino por el razonamiento humano. Cuando atendió al susurro de Satanás, quien ponía la Palabra de Dios en tela de juicio, ya había dado su primer paso hacia renunciar a la autoridad de Dios.
   La duda y el escepticismo sólo pueden comenzar en la mente. Cuando una persona se acerca a la Palabra de Dios con su propia mente natural, ya ha abierto la puerta al repudio de toda la revelación divina, porque está reemplazando la revelación divina con el razonamiento humano. El Apóstol señala en el primer capítulo de Romanos que el mundo no conoce a Dios. La sabiduría divina es desconocida para los sabios de este mundo. 1Co_1:18-25 lo explica muy claramente:
   «Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.»
   Y cuando el Apóstol fue a Corinto, se dijo: «No he venido a Corinto como un filósofo, porque la filosofía es razonamiento natural, una mente natural y oscurecida que trata de penetrar en las cosas de Dios por medio del razonamiento. He venido como un revelador. No he venido para emprender la búsqueda de la luz. He venido a traerla. Esa luz se halla en la palabra de Dios. Esa luz se halla en el Evangelio de Jesucristo.» En consecuencia, Pablo dijo: «Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.»
   Si confiamos hoy en la sabiduría natural, en el razonamiento natural, en la filosofía natural, nunca comprenderemos las cosas de Dios ni la persona de Dios, porque el hombre no puede conocer a Dios por medio de la filosofía. Nadie podrá conocerle a El hasta que renuncie a su propia sabiduría y acepte la revelación de Dios. Hasta tanto uno confíe mediante un acto de fe en lo que se halla revelado en la Palabra de Dios, seguirá permaneciendo en ignorancia con respecto a las cosas divinas, no importa cuantos títulos universitarios posea.
   Lucifer preguntó a Eva: «¿Cuánto sabes?» Su desmentida de lo que ella sabía produjo escepticismo en la mente de Eva, y ese escepticismo produjo la desobediencia. Como resultado de la desobediencia, el cetro que Dios había dado a Adán pasó a manos de Satanás. Eva fue vencida por las dudas con respecto a la verdad divina, y a causa de ello Satanás se revistió de la gloria de Dios, porque primero Eva y luego Adán se sometieron a él y le adoraron en vez de obedecer a Dios. Tú puedes repetir el mismo pecado. Hasta que te entregues completamente a la verdad de la Palabra de Dios y hagas de ella tu fundamento para la eternidad y tu norma para la vida actual, puedes ser alucinado, engañado y conducido por un sendero de tinieblas. El deseo de Satanás es mantenerte bajo su autoridad, bajo su control, y sometido a su gobierno. No habrá liberación alguna de este reino de tinieblas ni liberación del dios de este mundo hasta que aceptes por la fe a Jesucristo como tu Salvador. No serás partícipe con Dios de la vida eterna hasta que recibas a Jesucristo. Dios te ofrece un Salvador que es sabiduría de Dios, poder de Dios y justicia de Dios, el Único que puede quebrantar el dominio de Satanás sobre tu vida.
 
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DAVID DIAMOND 2013 #1 ANGELES & DEMONIOS www.universobiblico.tv

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Satanás conquista la tierra
Gén_3:1-7

   COMO YA HEMOS DESCUBIERTO, Lucifer codició para sí la gloria que pertenecía al infinito y eterno Dios. A fin de obtener esa gloria, Satanás quiso colocar una hueste innumerable de ángeles bajo su autoridad. En Apo_12:4 leemos que cuando Satanás se rebeló contra Dios arrastró consigo la tercera parte de los seres angelicales creados. Pero Lucifer deseaba revestirse de la gloria de Dios extendiendo también su autoridad a la esfera terrenal de la creación. De este modo podría declararse independiente de Dios y reclamar una autoridad igual a la suya.
   Este deseo de gobernar la tierra lo llevó a poner un plan en marcha. En el primer capítulo del libro de Génesis, versículo 26, mientras creaba al hombre, el Señor dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.» Cuando Dios creó al hombre y lo colocó sobre la tierra, le dio autoridad sobre ella. El hombre no era independiente de Dios. Su dependencia le hacía reconocer que Dios era soberano, que tenía el derecho de gobernar, y que era un Dios de gloria. Pero el hombre fue designado representante de Dios sobre la tierra para la administración de los asuntos de Dios y de su reino. El hombre gobernaba, pero por permiso divino. Y Satanás, en su deseo de obtener el dominio de esta tierra, atacó al hombre.
   En el tercer capítulo del Génesis observamos el primer asalto que Satanás dirigió en esta esfera terrenal contra el representante de Dios, el hombre. El relato de la tentación nos es muy conocido. Quienes creen en la Palabra de Dios creen que este incidente fue real y que no debe ser relegado a la categoría de mito. No es la personificación de alguna idea indefinida que surgió en las mentes humanas para explicar la presencia del pecado y que debe ser desechada como realidad. Esto sucedió. Lucifer entró al huerto del Edén, donde Dios había colocado al hombre en el momento de su creación, para apartar su corazón del camino de la obediencia a Dios.
   Cuando Dios puso a Adán en el huerto del Edén, el cual era un reflejo de la perfección del cielo, le dijo: «De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» (Gén_2:16.) Este mandato restringía la libertad del hombre. El hombre no es libre cuando se halla totalmente independizado de toda autoridad. El hombre es verdaderamente libre cuando puede escoger a quien ha de servir como esclavo. Y Adán se hallaba libre en cuanto podía elegir obedecer a Dios, sometiendo su voluntad a la voluntad divina. Dios había impuesto esta prohibición a Adán: «Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» Ni el corazón ni la mente de Adán objetaron jamás esta restricción. Nunca se le ocurrió pensar que Dios le había negado celosamente algo que hubiera sido para su provecho o beneficio. Dios en su gracia infinita había proporcionado a su criatura todo lo que ella pudiera querer, necesitar o desear. Sin embargo, cuando Lucifer se acercó a tentar a Adán lo tentó en la misma esfera de la prohibición divina, la esfera que había hecho a Adán verdaderamente libre.
   En Gén_3:1 leemos que la serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho. Debe observarse ante todo en nuestra comprensión de la metodología satánica que en la tierra Satanás no puede manifestar físicamente su cuerpo celestial. Para poder manifestarse en la tierra en cualquier forma visible, debe apropiarse un cuerpo físico por medio del cual pueda obrar. El Hijo eterno de Dios podía aparecer físicamente. En el Antiguo Testamento el Ángel de Jehová era una aparición preencarnada del Señor Jesucristo sobre la tierra. El Ángel de Jehová apareció en un cuerpo físico y caminó y habló con los hombres. Pero Satanás no tiene este poder. Más bien se ve precisado a posesionarse de un hombre, una mujer o algún animal para poder manifestar su presencia entre los hombres. Cuando Satanás fue al huerto del Edén a tentar a Adán y Eva para sujetarlos a su propia voluntad, eligió utilizar el cuerpo de una serpiente.
   No pensemos que aquel reptil haya concebido el plan, ni que se opusiera a la declaración de Dios, ni que le importaran las decisiones que tomaran Adán y Eva. Aquel reptil se limitó a facilitar el cuerpo que Satanás utilizó.  Se nos dice que la serpiente (ahora poseída por Satanás) era más astuta que todos los animales del campo. Ningún animal ha concebido jamás la idea de rebelarse contra Dios. La creación animal se halla en perfecta sujeción a Dios. Los evangelios relatan que cuando Cristo fue tentado en el desierto por Satanás, durante cuarenta días las fieras fueron su única compañía. ¿Qué tiene de significativo esto? Que toda la creación, salvo el hombre, reconoce que Dios es soberano. Las fieras que estaban allí con Jesucristo durante ese período de tentación se sometieron a su autoridad. La serpiente del Génesis no fue elegida porque fuera más astuta, sino porque era un medio adecuado por el cual Satanás podía acercarse a Eva. Y llegó a ser más astuta que todo animal del campo en cualquier época, ya que logró que Eva se rebelara contra la voluntad de Dios.
   Lo sutil fue que Satanás pudo acercarse a Eva sin revelar quién era ni cuál era realmente su propósito. Porque Satanás sabía que de haber ido a Eva y haberse revelado abiertamente como enemigo de Dios, invitándola a repudiar la voluntad divina, Eva y Adán hubieran respondido negativamente, repudiando su intento, y su deseo de gobernar este universo se hubiera visto frustrado. De modo que a Satanás le fue necesario transformarse en algo que no era. Si pasamos al Nuevo Testamento en 2Co_11:13-14, veremos que el Apóstol advierte cómo Satanás sigue utilizando el mismo método. Leemos: «Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.» También se menciona esta transformación en el capítulo doce del Apocalipsis cuando leemos en  el  versículo   nueve   con   relación   a   Satanás:
«Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero...»
   Ahora bien, diablo y Satanás son palabras significativas, porque significan «engañador» y «calumniador». Cuando Satanás vino para oponerse a la voluntad de Dios, se presentó como un engañador y denigró el carácter y el amor de Dios para poder desviar a Adán y a Eva de su voluntad. Tomemos debida nota de este principio: Satanás siempre obra denigrando la bondad y la santidad de Dios y engañando a los hombres con respecto a su relación para con Dios y la voluntad divina. La serpiente, sutilmente, por engaño, formuló una pregunta: «¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» Esta pregunta tenía por objeto descubrir cuánto sabía Eva con respecto a lo que Dios había dicho. Para poder engañar a una persona, Satanás tiene que empezar por averiguar el grado de conocimiento que esa persona tiene. Este principio aún tiene vigencia. Si una persona ignora por completo la Palabra de Dios, de tal modo que no sabe nada acerca de la persona de Dios, de su carácter y de sus demandas, a Satanás le resulta fácil engañarla haciéndola creer que ella es completamente aceptable delante de Dios y que no es necesario en absoluto tratar el problema del pecado. Pero si una persona conoce la Palabra de Dios y la santidad de Dios y conoce su propia impiedad, le resulta mucho más difícil a Satanás mantenerla en tinieblas.
   Así que Satanás sondeó para descubrir cuánto sabía Eva de la Palabra de Dios. Para ello formuló esta pregunta: «¿Es cierto que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» Y Eva tuvo que confesar que Dios había impuesto una restricción sobre ella, ya que contestó correctamente: «Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.» Observarás que Eva conocía la prohibición, como también la pena de la desobediencia. Demostró que se hallaba familiarizada con lo que Dios había dicho: El demandaba obediencia a su palabra y había fijado una pena para la desobediencia. Satanás entonces actuó en base a este conocimiento.
   Satanás respondió al conocimiento de Eva con una negativa lisa y llana. «Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis.» Esto constituye una negación categórica de lo que Dios había dicho. Y éste es el mayor insulto que una criatura haya hecho jamás a Dios, porque con ello la serpiente decía abiertamente que Dios era un mentiroso. Acusó a Dios de engaño. ¿No resulta acaso significativo que quien vino a engañar, cuya naturaleza es engañosa, acusara a un Dios santo y justo de aquello que constituía su propio carácter tergiversado y pervertido?
   Luego explicó en el versículo cinco la razón por la cual Dios había negado a Adán y Eva el fruto de este árbol: «Sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.» Aclaremos este versículo para descubrir la intención de Satanás. La palabra traducida «Dios» es Eloim y es el nombre de Dios en el Antiguo Testamento. Adán y Eva nada sabían de las deidades falsas. Satanás les dijo que si comían de aquel árbol serían semejantes a Dios. ¿Recuerdas lo que el profeta Isaías describió como el deseo de Satanás? «Seré semejante al Altísimo.» Ahora bien, la tentación que presentó a Eva era que si ella tomaba del fruto  del árbol y lo comía,  en  desobediencia a Dios, se elevaría a tal posición que sería semejante al Altísimo. Satanás sabía que quien tiene el derecho de ser obedecido tiene el derecho de ser adorado, porque es soberano. También sabía que si lograba seducir a Eva para que desobedeciera a Dios, su desobediencia constituiría un acto de obediencia a él, y en consecuencia él tendría el derecho de ser adorado. Y si el hombre obedece a Satanás y lo adora, Satanás ha usurpado el lugar de Dios en la creación y ha llegado a ser semejante al Altísimo. En realidad lo que dijo fue: «Dios es celoso; quiere reservarse el derecho de gobernar. No quiere compartir su gloria con nadie. Dios sabe que si tomas este fruto y lo comes serás elevada a su trono y te hallarás en pie de igualdad con Dios. Dios te ha negado la única cosa que te hace menor que El. Si comes este fruto serás semejante a Dios.»
   En la mente de Eva nació un deseo de elevarse a una posición de igualdad con Dios, de revestirse de la gloria inherente al trono de Dios, de compartir la gloria de su trono. Eva alcanzó y tomó el fruto, lo comió y lo ofreció a Adán, el cual también lo comió. El resultado (versículo 7) fue que «fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos». Pero no estaban desnudos ante los ojos de su compañero ni ante la vista de los animales del huerto, ni siquiera ante la vista de Satanás. Estaban desnudos ante los ojos de Dios, porque no hay nada que pueda cubrir la desobediencia que ahora caracterizaba su vida y su andar. Nada podía cubrir el pecado y la maldad causada por su rebelión contra Dios.
   Para poder tomar el fruto que Eva le ofreció, Adán tuvo que renunciar al cetro que Dios le había dado cuando le dijo: «Sojuzgad la tierra.» Porque Adán no podía tener en su mano el cetro y el fruto prohibido al mismo tiempo. Adán sólo podía gobernar mientras fuera obediente. Y allí estaba Lucifer, para arrebatar el cetro que Adán dejó caer.
   En la carta a los Efesios, capítulo 2, versículo 2, el Apóstol nos dice: «En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire.» Esta descripción —el príncipe de la potestad del aire— reconoce que Satanás ha usurpado el poder de Dios en el dominio angelical. En 2Co_4:4 descubrimos que Pablo reconoce que Satanás ha usurpado la autoridad en otro dominio: «En los cuales el dios de este siglo ("mundo" en la versión inglesa) cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.» A Satanás se lo denomina allí el Dios de este mundo. En su rebelión contra Dios, llevó ángeles tras sí y se constituyó en un príncipe del dominio celestial. Pero al inducir a Adán y a Eva a la desobediencia, se transformó en el dios de este mundo. Mediante su usurpación de poder en estos dos dominios, Satanás ha tratado de revestirse de la gloria que le pertenece a Dios. Como cuenta con la obediencia de una hueste innumerable de ángeles caídos, se declara independiente de Dios e igual o superior a Dios. A causa de la obediencia que le prestan todos los hombres desde la caída de Adán, Satanás reclama la autoridad que pertenecía al Creador y pretende ser soberano en este dominio terrenal.
   Cuando consideramos la tentación en el huerto del Edén, nos llama la atención el hecho de que Eva tuviera un conocimiento de Dios. Conocía su mandato. Conocía su voluntad. Había andado en armonía y comunión con su amor en el huerto al aire del día. El pecado de Eva nació cuando ella reemplazó el conocimiento divino por el razonamiento humano. Cuando atendió al susurro de Satanás, quien ponía la Palabra de Dios en tela de juicio, ya había dado su primer paso hacia renunciar a la autoridad de Dios.
   La duda y el escepticismo sólo pueden comenzar en la mente. Cuando una persona se acerca a la Palabra de Dios con su propia mente natural, ya ha abierto la puerta al repudio de toda la revelación divina, porque está reemplazando la revelación divina con el razonamiento humano. El Apóstol señala en el primer capítulo de Romanos que el mundo no conoce a Dios. La sabiduría divina es desconocida para los sabios de este mundo. 1Co_1:18-25 lo explica muy claramente:
   «Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.»
   Y cuando el Apóstol fue a Corinto, se dijo: «No he venido a Corinto como un filósofo, porque la filosofía es razonamiento natural, una mente natural y oscurecida que trata de penetrar en las cosas de Dios por medio del razonamiento. He venido como un revelador. No he venido para emprender la búsqueda de la luz. He venido a traerla. Esa luz se halla en la palabra de Dios. Esa luz se halla en el Evangelio de Jesucristo.» En consecuencia, Pablo dijo: «Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.»
   Si confiamos hoy en la sabiduría natural, en el razonamiento natural, en la filosofía natural, nunca comprenderemos las cosas de Dios ni la persona de Dios, porque el hombre no puede conocer a Dios por medio de la filosofía. Nadie podrá conocerle a El hasta que renuncie a su propia sabiduría y acepte la revelación de Dios. Hasta tanto uno confíe mediante un acto de fe en lo que se halla revelado en la Palabra de Dios, seguirá permaneciendo en ignorancia con respecto a las cosas divinas, no importa cuantos títulos universitarios posea.
   Lucifer preguntó a Eva: «¿Cuánto sabes?» Su desmentida de lo que ella sabía produjo escepticismo en la mente de Eva, y ese escepticismo produjo la desobediencia. Como resultado de la desobediencia, el cetro que Dios había dado a Adán pasó a manos de Satanás. Eva fue vencida por las dudas con respecto a la verdad divina, y a causa de ello Satanás se revistió de la gloria de Dios, porque primero Eva y luego Adán se sometieron a él y le adoraron en vez de obedecer a Dios. Tú puedes repetir el mismo pecado. Hasta que te entregues completamente a la verdad de la Palabra de Dios y hagas de ella tu fundamento para la eternidad y tu norma para la vida actual, puedes ser alucinado, engañado y conducido por un sendero de tinieblas. El deseo de Satanás es mantenerte bajo su autoridad, bajo su control, y sometido a su gobierno. No habrá liberación alguna de este reino de tinieblas ni liberación del dios de este mundo hasta que aceptes por la fe a Jesucristo como tu Salvador. No serás partícipe con Dios de la vida eterna hasta que recibas a Jesucristo. Dios te ofrece un Salvador que es sabiduría de Dios, poder de Dios y justicia de Dios, el Único que puede quebrantar el dominio de Satanás sobre tu vida.
 
***

DAVID DIAMOND 2013 #1 ANGELES & DEMONIOS www.universobiblico.tv

4

Satanás conquista la tierra
Gén_3:1-7

   COMO YA HEMOS DESCUBIERTO, Lucifer codició para sí la gloria que pertenecía al infinito y eterno Dios. A fin de obtener esa gloria, Satanás quiso colocar una hueste innumerable de ángeles bajo su autoridad. En Apo_12:4 leemos que cuando Satanás se rebeló contra Dios arrastró consigo la tercera parte de los seres angelicales creados. Pero Lucifer deseaba revestirse de la gloria de Dios extendiendo también su autoridad a la esfera terrenal de la creación. De este modo podría declararse independiente de Dios y reclamar una autoridad igual a la suya.
   Este deseo de gobernar la tierra lo llevó a poner un plan en marcha. En el primer capítulo del libro de Génesis, versículo 26, mientras creaba al hombre, el Señor dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.» Cuando Dios creó al hombre y lo colocó sobre la tierra, le dio autoridad sobre ella. El hombre no era independiente de Dios. Su dependencia le hacía reconocer que Dios era soberano, que tenía el derecho de gobernar, y que era un Dios de gloria. Pero el hombre fue designado representante de Dios sobre la tierra para la administración de los asuntos de Dios y de su reino. El hombre gobernaba, pero por permiso divino. Y Satanás, en su deseo de obtener el dominio de esta tierra, atacó al hombre.
   En el tercer capítulo del Génesis observamos el primer asalto que Satanás dirigió en esta esfera terrenal contra el representante de Dios, el hombre. El relato de la tentación nos es muy conocido. Quienes creen en la Palabra de Dios creen que este incidente fue real y que no debe ser relegado a la categoría de mito. No es la personificación de alguna idea indefinida que surgió en las mentes humanas para explicar la presencia del pecado y que debe ser desechada como realidad. Esto sucedió. Lucifer entró al huerto del Edén, donde Dios había colocado al hombre en el momento de su creación, para apartar su corazón del camino de la obediencia a Dios.
   Cuando Dios puso a Adán en el huerto del Edén, el cual era un reflejo de la perfección del cielo, le dijo: «De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» (Gén_2:16.) Este mandato restringía la libertad del hombre. El hombre no es libre cuando se halla totalmente independizado de toda autoridad. El hombre es verdaderamente libre cuando puede escoger a quien ha de servir como esclavo. Y Adán se hallaba libre en cuanto podía elegir obedecer a Dios, sometiendo su voluntad a la voluntad divina. Dios había impuesto esta prohibición a Adán: «Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» Ni el corazón ni la mente de Adán objetaron jamás esta restricción. Nunca se le ocurrió pensar que Dios le había negado celosamente algo que hubiera sido para su provecho o beneficio. Dios en su gracia infinita había proporcionado a su criatura todo lo que ella pudiera querer, necesitar o desear. Sin embargo, cuando Lucifer se acercó a tentar a Adán lo tentó en la misma esfera de la prohibición divina, la esfera que había hecho a Adán verdaderamente libre.
   En Gén_3:1 leemos que la serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho. Debe observarse ante todo en nuestra comprensión de la metodología satánica que en la tierra Satanás no puede manifestar físicamente su cuerpo celestial. Para poder manifestarse en la tierra en cualquier forma visible, debe apropiarse un cuerpo físico por medio del cual pueda obrar. El Hijo eterno de Dios podía aparecer físicamente. En el Antiguo Testamento el Ángel de Jehová era una aparición preencarnada del Señor Jesucristo sobre la tierra. El Ángel de Jehová apareció en un cuerpo físico y caminó y habló con los hombres. Pero Satanás no tiene este poder. Más bien se ve precisado a posesionarse de un hombre, una mujer o algún animal para poder manifestar su presencia entre los hombres. Cuando Satanás fue al huerto del Edén a tentar a Adán y Eva para sujetarlos a su propia voluntad, eligió utilizar el cuerpo de una serpiente.
   No pensemos que aquel reptil haya concebido el plan, ni que se opusiera a la declaración de Dios, ni que le importaran las decisiones que tomaran Adán y Eva. Aquel reptil se limitó a facilitar el cuerpo que Satanás utilizó.  Se nos dice que la serpiente (ahora poseída por Satanás) era más astuta que todos los animales del campo. Ningún animal ha concebido jamás la idea de rebelarse contra Dios. La creación animal se halla en perfecta sujeción a Dios. Los evangelios relatan que cuando Cristo fue tentado en el desierto por Satanás, durante cuarenta días las fieras fueron su única compañía. ¿Qué tiene de significativo esto? Que toda la creación, salvo el hombre, reconoce que Dios es soberano. Las fieras que estaban allí con Jesucristo durante ese período de tentación se sometieron a su autoridad. La serpiente del Génesis no fue elegida porque fuera más astuta, sino porque era un medio adecuado por el cual Satanás podía acercarse a Eva. Y llegó a ser más astuta que todo animal del campo en cualquier época, ya que logró que Eva se rebelara contra la voluntad de Dios.
   Lo sutil fue que Satanás pudo acercarse a Eva sin revelar quién era ni cuál era realmente su propósito. Porque Satanás sabía que de haber ido a Eva y haberse revelado abiertamente como enemigo de Dios, invitándola a repudiar la voluntad divina, Eva y Adán hubieran respondido negativamente, repudiando su intento, y su deseo de gobernar este universo se hubiera visto frustrado. De modo que a Satanás le fue necesario transformarse en algo que no era. Si pasamos al Nuevo Testamento en 2Co_11:13-14, veremos que el Apóstol advierte cómo Satanás sigue utilizando el mismo método. Leemos: «Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.» También se menciona esta transformación en el capítulo doce del Apocalipsis cuando leemos en  el  versículo   nueve   con   relación   a   Satanás:
«Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero...»
   Ahora bien, diablo y Satanás son palabras significativas, porque significan «engañador» y «calumniador». Cuando Satanás vino para oponerse a la voluntad de Dios, se presentó como un engañador y denigró el carácter y el amor de Dios para poder desviar a Adán y a Eva de su voluntad. Tomemos debida nota de este principio: Satanás siempre obra denigrando la bondad y la santidad de Dios y engañando a los hombres con respecto a su relación para con Dios y la voluntad divina. La serpiente, sutilmente, por engaño, formuló una pregunta: «¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» Esta pregunta tenía por objeto descubrir cuánto sabía Eva con respecto a lo que Dios había dicho. Para poder engañar a una persona, Satanás tiene que empezar por averiguar el grado de conocimiento que esa persona tiene. Este principio aún tiene vigencia. Si una persona ignora por completo la Palabra de Dios, de tal modo que no sabe nada acerca de la persona de Dios, de su carácter y de sus demandas, a Satanás le resulta fácil engañarla haciéndola creer que ella es completamente aceptable delante de Dios y que no es necesario en absoluto tratar el problema del pecado. Pero si una persona conoce la Palabra de Dios y la santidad de Dios y conoce su propia impiedad, le resulta mucho más difícil a Satanás mantenerla en tinieblas.
   Así que Satanás sondeó para descubrir cuánto sabía Eva de la Palabra de Dios. Para ello formuló esta pregunta: «¿Es cierto que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» Y Eva tuvo que confesar que Dios había impuesto una restricción sobre ella, ya que contestó correctamente: «Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.» Observarás que Eva conocía la prohibición, como también la pena de la desobediencia. Demostró que se hallaba familiarizada con lo que Dios había dicho: El demandaba obediencia a su palabra y había fijado una pena para la desobediencia. Satanás entonces actuó en base a este conocimiento.
   Satanás respondió al conocimiento de Eva con una negativa lisa y llana. «Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis.» Esto constituye una negación categórica de lo que Dios había dicho. Y éste es el mayor insulto que una criatura haya hecho jamás a Dios, porque con ello la serpiente decía abiertamente que Dios era un mentiroso. Acusó a Dios de engaño. ¿No resulta acaso significativo que quien vino a engañar, cuya naturaleza es engañosa, acusara a un Dios santo y justo de aquello que constituía su propio carácter tergiversado y pervertido?
   Luego explicó en el versículo cinco la razón por la cual Dios había negado a Adán y Eva el fruto de este árbol: «Sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.» Aclaremos este versículo para descubrir la intención de Satanás. La palabra traducida «Dios» es Eloim y es el nombre de Dios en el Antiguo Testamento. Adán y Eva nada sabían de las deidades falsas. Satanás les dijo que si comían de aquel árbol serían semejantes a Dios. ¿Recuerdas lo que el profeta Isaías describió como el deseo de Satanás? «Seré semejante al Altísimo.» Ahora bien, la tentación que presentó a Eva era que si ella tomaba del fruto  del árbol y lo comía,  en  desobediencia a Dios, se elevaría a tal posición que sería semejante al Altísimo. Satanás sabía que quien tiene el derecho de ser obedecido tiene el derecho de ser adorado, porque es soberano. También sabía que si lograba seducir a Eva para que desobedeciera a Dios, su desobediencia constituiría un acto de obediencia a él, y en consecuencia él tendría el derecho de ser adorado. Y si el hombre obedece a Satanás y lo adora, Satanás ha usurpado el lugar de Dios en la creación y ha llegado a ser semejante al Altísimo. En realidad lo que dijo fue: «Dios es celoso; quiere reservarse el derecho de gobernar. No quiere compartir su gloria con nadie. Dios sabe que si tomas este fruto y lo comes serás elevada a su trono y te hallarás en pie de igualdad con Dios. Dios te ha negado la única cosa que te hace menor que El. Si comes este fruto serás semejante a Dios.»
   En la mente de Eva nació un deseo de elevarse a una posición de igualdad con Dios, de revestirse de la gloria inherente al trono de Dios, de compartir la gloria de su trono. Eva alcanzó y tomó el fruto, lo comió y lo ofreció a Adán, el cual también lo comió. El resultado (versículo 7) fue que «fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos». Pero no estaban desnudos ante los ojos de su compañero ni ante la vista de los animales del huerto, ni siquiera ante la vista de Satanás. Estaban desnudos ante los ojos de Dios, porque no hay nada que pueda cubrir la desobediencia que ahora caracterizaba su vida y su andar. Nada podía cubrir el pecado y la maldad causada por su rebelión contra Dios.
   Para poder tomar el fruto que Eva le ofreció, Adán tuvo que renunciar al cetro que Dios le había dado cuando le dijo: «Sojuzgad la tierra.» Porque Adán no podía tener en su mano el cetro y el fruto prohibido al mismo tiempo. Adán sólo podía gobernar mientras fuera obediente. Y allí estaba Lucifer, para arrebatar el cetro que Adán dejó caer.
   En la carta a los Efesios, capítulo 2, versículo 2, el Apóstol nos dice: «En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire.» Esta descripción —el príncipe de la potestad del aire— reconoce que Satanás ha usurpado el poder de Dios en el dominio angelical. En 2Co_4:4 descubrimos que Pablo reconoce que Satanás ha usurpado la autoridad en otro dominio: «En los cuales el dios de este siglo ("mundo" en la versión inglesa) cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.» A Satanás se lo denomina allí el Dios de este mundo. En su rebelión contra Dios, llevó ángeles tras sí y se constituyó en un príncipe del dominio celestial. Pero al inducir a Adán y a Eva a la desobediencia, se transformó en el dios de este mundo. Mediante su usurpación de poder en estos dos dominios, Satanás ha tratado de revestirse de la gloria que le pertenece a Dios. Como cuenta con la obediencia de una hueste innumerable de ángeles caídos, se declara independiente de Dios e igual o superior a Dios. A causa de la obediencia que le prestan todos los hombres desde la caída de Adán, Satanás reclama la autoridad que pertenecía al Creador y pretende ser soberano en este dominio terrenal.
   Cuando consideramos la tentación en el huerto del Edén, nos llama la atención el hecho de que Eva tuviera un conocimiento de Dios. Conocía su mandato. Conocía su voluntad. Había andado en armonía y comunión con su amor en el huerto al aire del día. El pecado de Eva nació cuando ella reemplazó el conocimiento divino por el razonamiento humano. Cuando atendió al susurro de Satanás, quien ponía la Palabra de Dios en tela de juicio, ya había dado su primer paso hacia renunciar a la autoridad de Dios.
   La duda y el escepticismo sólo pueden comenzar en la mente. Cuando una persona se acerca a la Palabra de Dios con su propia mente natural, ya ha abierto la puerta al repudio de toda la revelación divina, porque está reemplazando la revelación divina con el razonamiento humano. El Apóstol señala en el primer capítulo de Romanos que el mundo no conoce a Dios. La sabiduría divina es desconocida para los sabios de este mundo. 1Co_1:18-25 lo explica muy claramente:
   «Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.»
   Y cuando el Apóstol fue a Corinto, se dijo: «No he venido a Corinto como un filósofo, porque la filosofía es razonamiento natural, una mente natural y oscurecida que trata de penetrar en las cosas de Dios por medio del razonamiento. He venido como un revelador. No he venido para emprender la búsqueda de la luz. He venido a traerla. Esa luz se halla en la palabra de Dios. Esa luz se halla en el Evangelio de Jesucristo.» En consecuencia, Pablo dijo: «Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.»
   Si confiamos hoy en la sabiduría natural, en el razonamiento natural, en la filosofía natural, nunca comprenderemos las cosas de Dios ni la persona de Dios, porque el hombre no puede conocer a Dios por medio de la filosofía. Nadie podrá conocerle a El hasta que renuncie a su propia sabiduría y acepte la revelación de Dios. Hasta tanto uno confíe mediante un acto de fe en lo que se halla revelado en la Palabra de Dios, seguirá permaneciendo en ignorancia con respecto a las cosas divinas, no importa cuantos títulos universitarios posea.
   Lucifer preguntó a Eva: «¿Cuánto sabes?» Su desmentida de lo que ella sabía produjo escepticismo en la mente de Eva, y ese escepticismo produjo la desobediencia. Como resultado de la desobediencia, el cetro que Dios había dado a Adán pasó a manos de Satanás. Eva fue vencida por las dudas con respecto a la verdad divina, y a causa de ello Satanás se revistió de la gloria de Dios, porque primero Eva y luego Adán se sometieron a él y le adoraron en vez de obedecer a Dios. Tú puedes repetir el mismo pecado. Hasta que te entregues completamente a la verdad de la Palabra de Dios y hagas de ella tu fundamento para la eternidad y tu norma para la vida actual, puedes ser alucinado, engañado y conducido por un sendero de tinieblas. El deseo de Satanás es mantenerte bajo su autoridad, bajo su control, y sometido a su gobierno. No habrá liberación alguna de este reino de tinieblas ni liberación del dios de este mundo hasta que aceptes por la fe a Jesucristo como tu Salvador. No serás partícipe con Dios de la vida eterna hasta que recibas a Jesucristo. Dios te ofrece un Salvador que es sabiduría de Dios, poder de Dios y justicia de Dios, el Único que puede quebrantar el dominio de Satanás sobre tu vida.
 
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DAVID DIAMOND 2013 #1 ANGELES & DEMONIOS www.universobiblico.tv

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Satanás conquista la tierra
Gén_3:1-7

   COMO YA HEMOS DESCUBIERTO, Lucifer codició para sí la gloria que pertenecía al infinito y eterno Dios. A fin de obtener esa gloria, Satanás quiso colocar una hueste innumerable de ángeles bajo su autoridad. En Apo_12:4 leemos que cuando Satanás se rebeló contra Dios arrastró consigo la tercera parte de los seres angelicales creados. Pero Lucifer deseaba revestirse de la gloria de Dios extendiendo también su autoridad a la esfera terrenal de la creación. De este modo podría declararse independiente de Dios y reclamar una autoridad igual a la suya.
   Este deseo de gobernar la tierra lo llevó a poner un plan en marcha. En el primer capítulo del libro de Génesis, versículo 26, mientras creaba al hombre, el Señor dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.» Cuando Dios creó al hombre y lo colocó sobre la tierra, le dio autoridad sobre ella. El hombre no era independiente de Dios. Su dependencia le hacía reconocer que Dios era soberano, que tenía el derecho de gobernar, y que era un Dios de gloria. Pero el hombre fue designado representante de Dios sobre la tierra para la administración de los asuntos de Dios y de su reino. El hombre gobernaba, pero por permiso divino. Y Satanás, en su deseo de obtener el dominio de esta tierra, atacó al hombre.
   En el tercer capítulo del Génesis observamos el primer asalto que Satanás dirigió en esta esfera terrenal contra el representante de Dios, el hombre. El relato de la tentación nos es muy conocido. Quienes creen en la Palabra de Dios creen que este incidente fue real y que no debe ser relegado a la categoría de mito. No es la personificación de alguna idea indefinida que surgió en las mentes humanas para explicar la presencia del pecado y que debe ser desechada como realidad. Esto sucedió. Lucifer entró al huerto del Edén, donde Dios había colocado al hombre en el momento de su creación, para apartar su corazón del camino de la obediencia a Dios.
   Cuando Dios puso a Adán en el huerto del Edén, el cual era un reflejo de la perfección del cielo, le dijo: «De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» (Gén_2:16.) Este mandato restringía la libertad del hombre. El hombre no es libre cuando se halla totalmente independizado de toda autoridad. El hombre es verdaderamente libre cuando puede escoger a quien ha de servir como esclavo. Y Adán se hallaba libre en cuanto podía elegir obedecer a Dios, sometiendo su voluntad a la voluntad divina. Dios había impuesto esta prohibición a Adán: «Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» Ni el corazón ni la mente de Adán objetaron jamás esta restricción. Nunca se le ocurrió pensar que Dios le había negado celosamente algo que hubiera sido para su provecho o beneficio. Dios en su gracia infinita había proporcionado a su criatura todo lo que ella pudiera querer, necesitar o desear. Sin embargo, cuando Lucifer se acercó a tentar a Adán lo tentó en la misma esfera de la prohibición divina, la esfera que había hecho a Adán verdaderamente libre.
   En Gén_3:1 leemos que la serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho. Debe observarse ante todo en nuestra comprensión de la metodología satánica que en la tierra Satanás no puede manifestar físicamente su cuerpo celestial. Para poder manifestarse en la tierra en cualquier forma visible, debe apropiarse un cuerpo físico por medio del cual pueda obrar. El Hijo eterno de Dios podía aparecer físicamente. En el Antiguo Testamento el Ángel de Jehová era una aparición preencarnada del Señor Jesucristo sobre la tierra. El Ángel de Jehová apareció en un cuerpo físico y caminó y habló con los hombres. Pero Satanás no tiene este poder. Más bien se ve precisado a posesionarse de un hombre, una mujer o algún animal para poder manifestar su presencia entre los hombres. Cuando Satanás fue al huerto del Edén a tentar a Adán y Eva para sujetarlos a su propia voluntad, eligió utilizar el cuerpo de una serpiente.
   No pensemos que aquel reptil haya concebido el plan, ni que se opusiera a la declaración de Dios, ni que le importaran las decisiones que tomaran Adán y Eva. Aquel reptil se limitó a facilitar el cuerpo que Satanás utilizó.  Se nos dice que la serpiente (ahora poseída por Satanás) era más astuta que todos los animales del campo. Ningún animal ha concebido jamás la idea de rebelarse contra Dios. La creación animal se halla en perfecta sujeción a Dios. Los evangelios relatan que cuando Cristo fue tentado en el desierto por Satanás, durante cuarenta días las fieras fueron su única compañía. ¿Qué tiene de significativo esto? Que toda la creación, salvo el hombre, reconoce que Dios es soberano. Las fieras que estaban allí con Jesucristo durante ese período de tentación se sometieron a su autoridad. La serpiente del Génesis no fue elegida porque fuera más astuta, sino porque era un medio adecuado por el cual Satanás podía acercarse a Eva. Y llegó a ser más astuta que todo animal del campo en cualquier época, ya que logró que Eva se rebelara contra la voluntad de Dios.
   Lo sutil fue que Satanás pudo acercarse a Eva sin revelar quién era ni cuál era realmente su propósito. Porque Satanás sabía que de haber ido a Eva y haberse revelado abiertamente como enemigo de Dios, invitándola a repudiar la voluntad divina, Eva y Adán hubieran respondido negativamente, repudiando su intento, y su deseo de gobernar este universo se hubiera visto frustrado. De modo que a Satanás le fue necesario transformarse en algo que no era. Si pasamos al Nuevo Testamento en 2Co_11:13-14, veremos que el Apóstol advierte cómo Satanás sigue utilizando el mismo método. Leemos: «Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.» También se menciona esta transformación en el capítulo doce del Apocalipsis cuando leemos en  el  versículo   nueve   con   relación   a   Satanás:
«Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero...»
   Ahora bien, diablo y Satanás son palabras significativas, porque significan «engañador» y «calumniador». Cuando Satanás vino para oponerse a la voluntad de Dios, se presentó como un engañador y denigró el carácter y el amor de Dios para poder desviar a Adán y a Eva de su voluntad. Tomemos debida nota de este principio: Satanás siempre obra denigrando la bondad y la santidad de Dios y engañando a los hombres con respecto a su relación para con Dios y la voluntad divina. La serpiente, sutilmente, por engaño, formuló una pregunta: «¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» Esta pregunta tenía por objeto descubrir cuánto sabía Eva con respecto a lo que Dios había dicho. Para poder engañar a una persona, Satanás tiene que empezar por averiguar el grado de conocimiento que esa persona tiene. Este principio aún tiene vigencia. Si una persona ignora por completo la Palabra de Dios, de tal modo que no sabe nada acerca de la persona de Dios, de su carácter y de sus demandas, a Satanás le resulta fácil engañarla haciéndola creer que ella es completamente aceptable delante de Dios y que no es necesario en absoluto tratar el problema del pecado. Pero si una persona conoce la Palabra de Dios y la santidad de Dios y conoce su propia impiedad, le resulta mucho más difícil a Satanás mantenerla en tinieblas.
   Así que Satanás sondeó para descubrir cuánto sabía Eva de la Palabra de Dios. Para ello formuló esta pregunta: «¿Es cierto que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» Y Eva tuvo que confesar que Dios había impuesto una restricción sobre ella, ya que contestó correctamente: «Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.» Observarás que Eva conocía la prohibición, como también la pena de la desobediencia. Demostró que se hallaba familiarizada con lo que Dios había dicho: El demandaba obediencia a su palabra y había fijado una pena para la desobediencia. Satanás entonces actuó en base a este conocimiento.
   Satanás respondió al conocimiento de Eva con una negativa lisa y llana. «Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis.» Esto constituye una negación categórica de lo que Dios había dicho. Y éste es el mayor insulto que una criatura haya hecho jamás a Dios, porque con ello la serpiente decía abiertamente que Dios era un mentiroso. Acusó a Dios de engaño. ¿No resulta acaso significativo que quien vino a engañar, cuya naturaleza es engañosa, acusara a un Dios santo y justo de aquello que constituía su propio carácter tergiversado y pervertido?
   Luego explicó en el versículo cinco la razón por la cual Dios había negado a Adán y Eva el fruto de este árbol: «Sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.» Aclaremos este versículo para descubrir la intención de Satanás. La palabra traducida «Dios» es Eloim y es el nombre de Dios en el Antiguo Testamento. Adán y Eva nada sabían de las deidades falsas. Satanás les dijo que si comían de aquel árbol serían semejantes a Dios. ¿Recuerdas lo que el profeta Isaías describió como el deseo de Satanás? «Seré semejante al Altísimo.» Ahora bien, la tentación que presentó a Eva era que si ella tomaba del fruto  del árbol y lo comía,  en  desobediencia a Dios, se elevaría a tal posición que sería semejante al Altísimo. Satanás sabía que quien tiene el derecho de ser obedecido tiene el derecho de ser adorado, porque es soberano. También sabía que si lograba seducir a Eva para que desobedeciera a Dios, su desobediencia constituiría un acto de obediencia a él, y en consecuencia él tendría el derecho de ser adorado. Y si el hombre obedece a Satanás y lo adora, Satanás ha usurpado el lugar de Dios en la creación y ha llegado a ser semejante al Altísimo. En realidad lo que dijo fue: «Dios es celoso; quiere reservarse el derecho de gobernar. No quiere compartir su gloria con nadie. Dios sabe que si tomas este fruto y lo comes serás elevada a su trono y te hallarás en pie de igualdad con Dios. Dios te ha negado la única cosa que te hace menor que El. Si comes este fruto serás semejante a Dios.»
   En la mente de Eva nació un deseo de elevarse a una posición de igualdad con Dios, de revestirse de la gloria inherente al trono de Dios, de compartir la gloria de su trono. Eva alcanzó y tomó el fruto, lo comió y lo ofreció a Adán, el cual también lo comió. El resultado (versículo 7) fue que «fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos». Pero no estaban desnudos ante los ojos de su compañero ni ante la vista de los animales del huerto, ni siquiera ante la vista de Satanás. Estaban desnudos ante los ojos de Dios, porque no hay nada que pueda cubrir la desobediencia que ahora caracterizaba su vida y su andar. Nada podía cubrir el pecado y la maldad causada por su rebelión contra Dios.
   Para poder tomar el fruto que Eva le ofreció, Adán tuvo que renunciar al cetro que Dios le había dado cuando le dijo: «Sojuzgad la tierra.» Porque Adán no podía tener en su mano el cetro y el fruto prohibido al mismo tiempo. Adán sólo podía gobernar mientras fuera obediente. Y allí estaba Lucifer, para arrebatar el cetro que Adán dejó caer.
   En la carta a los Efesios, capítulo 2, versículo 2, el Apóstol nos dice: «En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire.» Esta descripción —el príncipe de la potestad del aire— reconoce que Satanás ha usurpado el poder de Dios en el dominio angelical. En 2Co_4:4 descubrimos que Pablo reconoce que Satanás ha usurpado la autoridad en otro dominio: «En los cuales el dios de este siglo ("mundo" en la versión inglesa) cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.» A Satanás se lo denomina allí el Dios de este mundo. En su rebelión contra Dios, llevó ángeles tras sí y se constituyó en un príncipe del dominio celestial. Pero al inducir a Adán y a Eva a la desobediencia, se transformó en el dios de este mundo. Mediante su usurpación de poder en estos dos dominios, Satanás ha tratado de revestirse de la gloria que le pertenece a Dios. Como cuenta con la obediencia de una hueste innumerable de ángeles caídos, se declara independiente de Dios e igual o superior a Dios. A causa de la obediencia que le prestan todos los hombres desde la caída de Adán, Satanás reclama la autoridad que pertenecía al Creador y pretende ser soberano en este dominio terrenal.
   Cuando consideramos la tentación en el huerto del Edén, nos llama la atención el hecho de que Eva tuviera un conocimiento de Dios. Conocía su mandato. Conocía su voluntad. Había andado en armonía y comunión con su amor en el huerto al aire del día. El pecado de Eva nació cuando ella reemplazó el conocimiento divino por el razonamiento humano. Cuando atendió al susurro de Satanás, quien ponía la Palabra de Dios en tela de juicio, ya había dado su primer paso hacia renunciar a la autoridad de Dios.
   La duda y el escepticismo sólo pueden comenzar en la mente. Cuando una persona se acerca a la Palabra de Dios con su propia mente natural, ya ha abierto la puerta al repudio de toda la revelación divina, porque está reemplazando la revelación divina con el razonamiento humano. El Apóstol señala en el primer capítulo de Romanos que el mundo no conoce a Dios. La sabiduría divina es desconocida para los sabios de este mundo. 1Co_1:18-25 lo explica muy claramente:
   «Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.»
   Y cuando el Apóstol fue a Corinto, se dijo: «No he venido a Corinto como un filósofo, porque la filosofía es razonamiento natural, una mente natural y oscurecida que trata de penetrar en las cosas de Dios por medio del razonamiento. He venido como un revelador. No he venido para emprender la búsqueda de la luz. He venido a traerla. Esa luz se halla en la palabra de Dios. Esa luz se halla en el Evangelio de Jesucristo.» En consecuencia, Pablo dijo: «Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.»
   Si confiamos hoy en la sabiduría natural, en el razonamiento natural, en la filosofía natural, nunca comprenderemos las cosas de Dios ni la persona de Dios, porque el hombre no puede conocer a Dios por medio de la filosofía. Nadie podrá conocerle a El hasta que renuncie a su propia sabiduría y acepte la revelación de Dios. Hasta tanto uno confíe mediante un acto de fe en lo que se halla revelado en la Palabra de Dios, seguirá permaneciendo en ignorancia con respecto a las cosas divinas, no importa cuantos títulos universitarios posea.
   Lucifer preguntó a Eva: «¿Cuánto sabes?» Su desmentida de lo que ella sabía produjo escepticismo en la mente de Eva, y ese escepticismo produjo la desobediencia. Como resultado de la desobediencia, el cetro que Dios había dado a Adán pasó a manos de Satanás. Eva fue vencida por las dudas con respecto a la verdad divina, y a causa de ello Satanás se revistió de la gloria de Dios, porque primero Eva y luego Adán se sometieron a él y le adoraron en vez de obedecer a Dios. Tú puedes repetir el mismo pecado. Hasta que te entregues completamente a la verdad de la Palabra de Dios y hagas de ella tu fundamento para la eternidad y tu norma para la vida actual, puedes ser alucinado, engañado y conducido por un sendero de tinieblas. El deseo de Satanás es mantenerte bajo su autoridad, bajo su control, y sometido a su gobierno. No habrá liberación alguna de este reino de tinieblas ni liberación del dios de este mundo hasta que aceptes por la fe a Jesucristo como tu Salvador. No serás partícipe con Dios de la vida eterna hasta que recibas a Jesucristo. Dios te ofrece un Salvador que es sabiduría de Dios, poder de Dios y justicia de Dios, el Único que puede quebrantar el dominio de Satanás sobre tu vida.
 
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DAVID DIAMOND 2013 #1 ANGELES & DEMONIOS www.universobiblico.tv

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Satanás conquista la tierra
Gén_3:1-7

   COMO YA HEMOS DESCUBIERTO, Lucifer codició para sí la gloria que pertenecía al infinito y eterno Dios. A fin de obtener esa gloria, Satanás quiso colocar una hueste innumerable de ángeles bajo su autoridad. En Apo_12:4 leemos que cuando Satanás se rebeló contra Dios arrastró consigo la tercera parte de los seres angelicales creados. Pero Lucifer deseaba revestirse de la gloria de Dios extendiendo también su autoridad a la esfera terrenal de la creación. De este modo podría declararse independiente de Dios y reclamar una autoridad igual a la suya.
   Este deseo de gobernar la tierra lo llevó a poner un plan en marcha. En el primer capítulo del libro de Génesis, versículo 26, mientras creaba al hombre, el Señor dijo: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.» Cuando Dios creó al hombre y lo colocó sobre la tierra, le dio autoridad sobre ella. El hombre no era independiente de Dios. Su dependencia le hacía reconocer que Dios era soberano, que tenía el derecho de gobernar, y que era un Dios de gloria. Pero el hombre fue designado representante de Dios sobre la tierra para la administración de los asuntos de Dios y de su reino. El hombre gobernaba, pero por permiso divino. Y Satanás, en su deseo de obtener el dominio de esta tierra, atacó al hombre.
   En el tercer capítulo del Génesis observamos el primer asalto que Satanás dirigió en esta esfera terrenal contra el representante de Dios, el hombre. El relato de la tentación nos es muy conocido. Quienes creen en la Palabra de Dios creen que este incidente fue real y que no debe ser relegado a la categoría de mito. No es la personificación de alguna idea indefinida que surgió en las mentes humanas para explicar la presencia del pecado y que debe ser desechada como realidad. Esto sucedió. Lucifer entró al huerto del Edén, donde Dios había colocado al hombre en el momento de su creación, para apartar su corazón del camino de la obediencia a Dios.
   Cuando Dios puso a Adán en el huerto del Edén, el cual era un reflejo de la perfección del cielo, le dijo: «De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» (Gén_2:16.) Este mandato restringía la libertad del hombre. El hombre no es libre cuando se halla totalmente independizado de toda autoridad. El hombre es verdaderamente libre cuando puede escoger a quien ha de servir como esclavo. Y Adán se hallaba libre en cuanto podía elegir obedecer a Dios, sometiendo su voluntad a la voluntad divina. Dios había impuesto esta prohibición a Adán: «Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.» Ni el corazón ni la mente de Adán objetaron jamás esta restricción. Nunca se le ocurrió pensar que Dios le había negado celosamente algo que hubiera sido para su provecho o beneficio. Dios en su gracia infinita había proporcionado a su criatura todo lo que ella pudiera querer, necesitar o desear. Sin embargo, cuando Lucifer se acercó a tentar a Adán lo tentó en la misma esfera de la prohibición divina, la esfera que había hecho a Adán verdaderamente libre.
   En Gén_3:1 leemos que la serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho. Debe observarse ante todo en nuestra comprensión de la metodología satánica que en la tierra Satanás no puede manifestar físicamente su cuerpo celestial. Para poder manifestarse en la tierra en cualquier forma visible, debe apropiarse un cuerpo físico por medio del cual pueda obrar. El Hijo eterno de Dios podía aparecer físicamente. En el Antiguo Testamento el Ángel de Jehová era una aparición preencarnada del Señor Jesucristo sobre la tierra. El Ángel de Jehová apareció en un cuerpo físico y caminó y habló con los hombres. Pero Satanás no tiene este poder. Más bien se ve precisado a posesionarse de un hombre, una mujer o algún animal para poder manifestar su presencia entre los hombres. Cuando Satanás fue al huerto del Edén a tentar a Adán y Eva para sujetarlos a su propia voluntad, eligió utilizar el cuerpo de una serpiente.
   No pensemos que aquel reptil haya concebido el plan, ni que se opusiera a la declaración de Dios, ni que le importaran las decisiones que tomaran Adán y Eva. Aquel reptil se limitó a facilitar el cuerpo que Satanás utilizó.  Se nos dice que la serpiente (ahora poseída por Satanás) era más astuta que todos los animales del campo. Ningún animal ha concebido jamás la idea de rebelarse contra Dios. La creación animal se halla en perfecta sujeción a Dios. Los evangelios relatan que cuando Cristo fue tentado en el desierto por Satanás, durante cuarenta días las fieras fueron su única compañía. ¿Qué tiene de significativo esto? Que toda la creación, salvo el hombre, reconoce que Dios es soberano. Las fieras que estaban allí con Jesucristo durante ese período de tentación se sometieron a su autoridad. La serpiente del Génesis no fue elegida porque fuera más astuta, sino porque era un medio adecuado por el cual Satanás podía acercarse a Eva. Y llegó a ser más astuta que todo animal del campo en cualquier época, ya que logró que Eva se rebelara contra la voluntad de Dios.
   Lo sutil fue que Satanás pudo acercarse a Eva sin revelar quién era ni cuál era realmente su propósito. Porque Satanás sabía que de haber ido a Eva y haberse revelado abiertamente como enemigo de Dios, invitándola a repudiar la voluntad divina, Eva y Adán hubieran respondido negativamente, repudiando su intento, y su deseo de gobernar este universo se hubiera visto frustrado. De modo que a Satanás le fue necesario transformarse en algo que no era. Si pasamos al Nuevo Testamento en 2Co_11:13-14, veremos que el Apóstol advierte cómo Satanás sigue utilizando el mismo método. Leemos: «Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.» También se menciona esta transformación en el capítulo doce del Apocalipsis cuando leemos en  el  versículo   nueve   con   relación   a   Satanás:
«Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero...»
   Ahora bien, diablo y Satanás son palabras significativas, porque significan «engañador» y «calumniador». Cuando Satanás vino para oponerse a la voluntad de Dios, se presentó como un engañador y denigró el carácter y el amor de Dios para poder desviar a Adán y a Eva de su voluntad. Tomemos debida nota de este principio: Satanás siempre obra denigrando la bondad y la santidad de Dios y engañando a los hombres con respecto a su relación para con Dios y la voluntad divina. La serpiente, sutilmente, por engaño, formuló una pregunta: «¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» Esta pregunta tenía por objeto descubrir cuánto sabía Eva con respecto a lo que Dios había dicho. Para poder engañar a una persona, Satanás tiene que empezar por averiguar el grado de conocimiento que esa persona tiene. Este principio aún tiene vigencia. Si una persona ignora por completo la Palabra de Dios, de tal modo que no sabe nada acerca de la persona de Dios, de su carácter y de sus demandas, a Satanás le resulta fácil engañarla haciéndola creer que ella es completamente aceptable delante de Dios y que no es necesario en absoluto tratar el problema del pecado. Pero si una persona conoce la Palabra de Dios y la santidad de Dios y conoce su propia impiedad, le resulta mucho más difícil a Satanás mantenerla en tinieblas.
   Así que Satanás sondeó para descubrir cuánto sabía Eva de la Palabra de Dios. Para ello formuló esta pregunta: «¿Es cierto que Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?» Y Eva tuvo que confesar que Dios había impuesto una restricción sobre ella, ya que contestó correctamente: «Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.» Observarás que Eva conocía la prohibición, como también la pena de la desobediencia. Demostró que se hallaba familiarizada con lo que Dios había dicho: El demandaba obediencia a su palabra y había fijado una pena para la desobediencia. Satanás entonces actuó en base a este conocimiento.
   Satanás respondió al conocimiento de Eva con una negativa lisa y llana. «Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis.» Esto constituye una negación categórica de lo que Dios había dicho. Y éste es el mayor insulto que una criatura haya hecho jamás a Dios, porque con ello la serpiente decía abiertamente que Dios era un mentiroso. Acusó a Dios de engaño. ¿No resulta acaso significativo que quien vino a engañar, cuya naturaleza es engañosa, acusara a un Dios santo y justo de aquello que constituía su propio carácter tergiversado y pervertido?
   Luego explicó en el versículo cinco la razón por la cual Dios había negado a Adán y Eva el fruto de este árbol: «Sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.» Aclaremos este versículo para descubrir la intención de Satanás. La palabra traducida «Dios» es Eloim y es el nombre de Dios en el Antiguo Testamento. Adán y Eva nada sabían de las deidades falsas. Satanás les dijo que si comían de aquel árbol serían semejantes a Dios. ¿Recuerdas lo que el profeta Isaías describió como el deseo de Satanás? «Seré semejante al Altísimo.» Ahora bien, la tentación que presentó a Eva era que si ella tomaba del fruto  del árbol y lo comía,  en  desobediencia a Dios, se elevaría a tal posición que sería semejante al Altísimo. Satanás sabía que quien tiene el derecho de ser obedecido tiene el derecho de ser adorado, porque es soberano. También sabía que si lograba seducir a Eva para que desobedeciera a Dios, su desobediencia constituiría un acto de obediencia a él, y en consecuencia él tendría el derecho de ser adorado. Y si el hombre obedece a Satanás y lo adora, Satanás ha usurpado el lugar de Dios en la creación y ha llegado a ser semejante al Altísimo. En realidad lo que dijo fue: «Dios es celoso; quiere reservarse el derecho de gobernar. No quiere compartir su gloria con nadie. Dios sabe que si tomas este fruto y lo comes serás elevada a su trono y te hallarás en pie de igualdad con Dios. Dios te ha negado la única cosa que te hace menor que El. Si comes este fruto serás semejante a Dios.»
   En la mente de Eva nació un deseo de elevarse a una posición de igualdad con Dios, de revestirse de la gloria inherente al trono de Dios, de compartir la gloria de su trono. Eva alcanzó y tomó el fruto, lo comió y lo ofreció a Adán, el cual también lo comió. El resultado (versículo 7) fue que «fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos». Pero no estaban desnudos ante los ojos de su compañero ni ante la vista de los animales del huerto, ni siquiera ante la vista de Satanás. Estaban desnudos ante los ojos de Dios, porque no hay nada que pueda cubrir la desobediencia que ahora caracterizaba su vida y su andar. Nada podía cubrir el pecado y la maldad causada por su rebelión contra Dios.
   Para poder tomar el fruto que Eva le ofreció, Adán tuvo que renunciar al cetro que Dios le había dado cuando le dijo: «Sojuzgad la tierra.» Porque Adán no podía tener en su mano el cetro y el fruto prohibido al mismo tiempo. Adán sólo podía gobernar mientras fuera obediente. Y allí estaba Lucifer, para arrebatar el cetro que Adán dejó caer.
   En la carta a los Efesios, capítulo 2, versículo 2, el Apóstol nos dice: «En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire.» Esta descripción —el príncipe de la potestad del aire— reconoce que Satanás ha usurpado el poder de Dios en el dominio angelical. En 2Co_4:4 descubrimos que Pablo reconoce que Satanás ha usurpado la autoridad en otro dominio: «En los cuales el dios de este siglo ("mundo" en la versión inglesa) cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.» A Satanás se lo denomina allí el Dios de este mundo. En su rebelión contra Dios, llevó ángeles tras sí y se constituyó en un príncipe del dominio celestial. Pero al inducir a Adán y a Eva a la desobediencia, se transformó en el dios de este mundo. Mediante su usurpación de poder en estos dos dominios, Satanás ha tratado de revestirse de la gloria que le pertenece a Dios. Como cuenta con la obediencia de una hueste innumerable de ángeles caídos, se declara independiente de Dios e igual o superior a Dios. A causa de la obediencia que le prestan todos los hombres desde la caída de Adán, Satanás reclama la autoridad que pertenecía al Creador y pretende ser soberano en este dominio terrenal.
   Cuando consideramos la tentación en el huerto del Edén, nos llama la atención el hecho de que Eva tuviera un conocimiento de Dios. Conocía su mandato. Conocía su voluntad. Había andado en armonía y comunión con su amor en el huerto al aire del día. El pecado de Eva nació cuando ella reemplazó el conocimiento divino por el razonamiento humano. Cuando atendió al susurro de Satanás, quien ponía la Palabra de Dios en tela de juicio, ya había dado su primer paso hacia renunciar a la autoridad de Dios.
   La duda y el escepticismo sólo pueden comenzar en la mente. Cuando una persona se acerca a la Palabra de Dios con su propia mente natural, ya ha abierto la puerta al repudio de toda la revelación divina, porque está reemplazando la revelación divina con el razonamiento humano. El Apóstol señala en el primer capítulo de Romanos que el mundo no conoce a Dios. La sabiduría divina es desconocida para los sabios de este mundo. 1Co_1:18-25 lo explica muy claramente:
   «Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, y desecharé el entendimiento de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo? Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.»
   Y cuando el Apóstol fue a Corinto, se dijo: «No he venido a Corinto como un filósofo, porque la filosofía es razonamiento natural, una mente natural y oscurecida que trata de penetrar en las cosas de Dios por medio del razonamiento. He venido como un revelador. No he venido para emprender la búsqueda de la luz. He venido a traerla. Esa luz se halla en la palabra de Dios. Esa luz se halla en el Evangelio de Jesucristo.» En consecuencia, Pablo dijo: «Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.»
   Si confiamos hoy en la sabiduría natural, en el razonamiento natural, en la filosofía natural, nunca comprenderemos las cosas de Dios ni la persona de Dios, porque el hombre no puede conocer a Dios por medio de la filosofía. Nadie podrá conocerle a El hasta que renuncie a su propia sabiduría y acepte la revelación de Dios. Hasta tanto uno confíe mediante un acto de fe en lo que se halla revelado en la Palabra de Dios, seguirá permaneciendo en ignorancia con respecto a las cosas divinas, no importa cuantos títulos universitarios posea.
   Lucifer preguntó a Eva: «¿Cuánto sabes?» Su desmentida de lo que ella sabía produjo escepticismo en la mente de Eva, y ese escepticismo produjo la desobediencia. Como resultado de la desobediencia, el cetro que Dios había dado a Adán pasó a manos de Satanás. Eva fue vencida por las dudas con respecto a la verdad divina, y a causa de ello Satanás se revistió de la gloria de Dios, porque primero Eva y luego Adán se sometieron a él y le adoraron en vez de obedecer a Dios. Tú puedes repetir el mismo pecado. Hasta que te entregues completamente a la verdad de la Palabra de Dios y hagas de ella tu fundamento para la eternidad y tu norma para la vida actual, puedes ser alucinado, engañado y conducido por un sendero de tinieblas. El deseo de Satanás es mantenerte bajo su autoridad, bajo su control, y sometido a su gobierno. No habrá liberación alguna de este reino de tinieblas ni liberación del dios de este mundo hasta que aceptes por la fe a Jesucristo como tu Salvador. No serás partícipe con Dios de la vida eterna hasta que recibas a Jesucristo. Dios te ofrece un Salvador que es sabiduría de Dios, poder de Dios y justicia de Dios, el Único que puede quebrantar el dominio de Satanás sobre tu vida.
 
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EL VATICANO Y SU RELACIÓN CON DEMONIOS EXTRATERRESTRES

La caída de Satanás

Eze_28:11-27

   ¿DE DÓNDE vino Satanás? ¿Creó Dios al Diablo? ¿Es Dios el responsable de que exista el mal? Estas preguntas asedian a la persona que tropieza con la existencia de nuestro adversario a la luz de la revelación bíblica de la santidad de Dios. La filosofía jamás podrá dar una respuesta satisfactoria a estas preguntas. La única respuesta satisfactoria es la que nos proporciona Dios en Su Palabra.
    En Ezequiel 25-32 el profeta se halla pronunciando el juicio sobre muchos de los enemigos de Israel. Describe el juicio divino de Dios sobre las naciones que han perseguido a Israel. En el capítulo 28, versículos 1 al 10, ha entregado un mensaje de juicio contra la tierra de Tiro. Tiro, una parte de la Siria bíblica al norte, ocupada por los fenicios, era uno de los principales enemigos de Israel. Pero en los versículos 11 al 17 el profeta va más allá del verdadero «príncipe de Tiro», el rey de esa nación, y dirige un mensaje de juicio sobre aquel que controlaba al «príncipe de Tiro», y a quien se denomina el rey de Tiro. Debiéramos observar que Satanás obra por intermedio de los hombres. En muchas ocasiones obra por medio de los gobernantes. Como Satanás deseaba exterminar a Israel para que el Mesías de Dios no pudiera venir a bendecir la tierra por intermedio de esa nación, puso a las naciones gentiles en acción contra Israel. Los gentiles al perseguir y tratar de exterminar a Israel estaban ejecutando la filosofía y el programa de Satanás sin reconocerlo ni darse cuenta de ello. Y así como el profeta pronuncia el juicio sobre este enemigo de Israel en los versículos 1 al 10, prosigue para dar un mensaje de juicio sobre quien controla a estos príncipes gentiles.
   Satanás era conocido al principio por el nombre de Lucifer, que significa «el portador de luz», «el ser brillante» o «el resplandeciente». En Eze_28:11-13 descubrimos por qué su nombre era tan apropiado. El profeta comienza su juicio diciendo «levanta endechas sobre el rey de Tiro (esto es, sobre Satanás mismo) y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura». El versículo 12 nos describe algo de la perfección de Lucifer antes de su caída.
   Lucifer fue un ser creado. Se señala esto en el versículo 15. «Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad.» Sólo Dios es eterno. Sólo Dios posee la vida eterna o vida increada. Todo lo demás que tiene vida existe porque Dios lo creó. Todas las cosas creadas tienen una vida distinta de la que tiene Dios, un tipo de vida creada. Dios en su obra de la creación comenzó creando una hueste innumerable de seres angelicales, uno de los cuales fue Lucifer. Como criatura éste se hallaba obligado a adorar, servir y obedecer al Creador. Satanás no fue creado como el diablo que llegó a ser por su rebelión. Las Escrituras testifican en el versículo 15: «Perfecto eras en todos tus caminos», refiriéndose a Satanás.
   No sólo era perfecto en todos sus caminos, sino que de acuerdo con el versículo 12, era la suma de la sabiduría y la hermosura. En primer lugar, Lucifer era el más sabio de todos los seres creados por Dios. Dios lo había puesto por encargado de todos los asuntos del dominio angelical. Aunque toda la autoridad residía en el trono de Dios, El había delegado ciertas facultades administrativas en Lucifer. Dios lo había preparado por creación para el desempeño de estas funciones.
   La Palabra de Dios nos revela varias funciones que fueron asignadas a los ángeles por el Creador. En Efe_1:21 descubrimos que existen distintos rangos o clases de ángeles. Se les menciona como principados, autoridades, poderes y señoríos. Estas cuatro palabras se refieren a distintos rangos o clases de seres angelicales, cada uno con sus propias responsabilidades, cada uno en su propia esfera, cada uno con su propio ministerio.
   Algunos seres angelicales tienen un ministerio de preservación. Por ejemplo, en Heb_1:14 el autor nos dice que los ángeles son espíritus ministradores; es decir siervos que protegen y preservan a quienes serán los herederos de la salvación. Si Satanás pudiera hacerlo, despoblaría el cielo evitando que la gente reciba a Cristo por Salvador. Pero no puede hacerlo a causa del ministerio de los ángeles a favor de los que serán herederos de la salvación. En el Sal_91:11. el Salmista dice que Dios «mandará a sus ángeles acerca de ti, para que te lleven en sus manos, para que tu pie no tropiece en piedra». Me alienta saber que algunos de los ángeles de Dios esperaron a través de los siglos hasta que yo naciera, me guardaron hasta que pude recibir a Cristo como mi Salvador, y continúan guardándome ahora. Cuando manejo mi automóvil por las autopistas llenas de vehículos me siento agradecido de esta enseñanza bíblica. Innumerables huestes de ángeles, pues, fueron creadas para guardar y preservar a quienes habrían de ser los herederos de la salvación.
   Algunos ángeles son los agentes por medio de los cuales Dios realiza milagros. Tenemos un ejemplo de ello en Hch_5:19, donde se relata que los apóstoles fueron librados de la cárcel por el ángel del Señor, quien les abrió las puertas. Ello sucedió nuevamente en Hch_12:7-8. Dios fue quien libertó, pero se valió de los ángeles para efectuar el milagro.
   En Apo_16:1 descubrimos que ciertos ángeles tienen un ministerio de juicio. Leemos allí: «Oí una gran voz que decía desde el templo a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.» Leyendo el Apocalipsis, observamos que los juicios de los últimos tiempos son administrados por medio de ángeles. Recordamos que cuando Dios juzgó a los egipcios a fin de que los israelitas fueran libertados de la esclavitud, fue un ángel el que recorrió la tierra para hacer morir al primogénito donde no hubiera sangre en el dintel y en los postes. Los ángeles, pues, tienen también un ministerio de juicio.
   Luego descubrimos en Heb_2:2 que algunos ángeles tienen un ministerio de revelación, que son como canales a través dé los cuales la verdad de Dios es revelada a los hombres. El nos dice en este versículo: «Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros...?» Quizá se refiera a la experiencia en el monte Sinaí, cuando la ley fue entregada a Moisés por medio del ministerio de los ángeles. Esta es otra clasificación del trabajo asignado a los ángeles.
Como habrás observado, los ministerios ya enumerados tienen que ver con el hombre. Pero hay
ángeles que realizan ministerios que tienen que ver con Dios. En Isaías 6:1 el profeta nos dice:
«En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de El había serafines...»  Ahora  bien,  los  serafines  eran  una clase de ángeles que ministraban a Dios. Los serafines en cuestión rodeaban el trono de Dios y daban voces el uno al otro diciendo «Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena  de   su  gloria».   Estos   ángeles   son  ángeles adoradores que protegen el trono de Dios contra cualquier invasión de impiedad.
   En el primer capítulo de la profecía de Ezequiel encontramos otra referencia a estos seres angelicales, mencionados en el versículo 5 como «cuatro seres vivientes». En el versículo 13 descubrimos que tenían una apariencia semejante a «carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos que andaba entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos. Y los seres vivientes corrían y volvían a semejanza de relámpagos». Observarás que se hace referencia a los ángeles como «encendidos», como «resplandecientes», como «hachones encendidos» o como «relámpagos». El término serafín en Isa_6:2 significa literalmente seres resplandecientes o seres encendidos. En este capítulo 1 de Ezequiel se describe el brillo que emanaba de estos seres angelicales.
   En Ezequiel estos «seres vivientes» del capítulo 1 son denominados querubines: «Miré, y he aquí en la expansión que había sobre la cabeza de los querubines como una piedra de zafiro, que parecía como semejanza de un trono.» El versículo 3 prosigue: «Y los querubines estaban a la mano derecha de la casa cuando este varón entró; y la nube llenaba el atrio de adentro. Entonces la gloria de Jehová se elevó de encima del querubín.» Al referirse a los querubines, los profetas están hablando de otra clase de ángeles que tenían un ministerio ante el trono de Dios, distinto del de los serafines. 
   Los querubines se mencionan varias veces en la Palabra de Dios. En Génesis 3:24, luego del pecado de Adán y Eva, Dios los expulsó del huerto y puso querubines y una espada encendida a su entrada para guardar la entrada del huerto. La próxima referencia a los querubines se halla en Éxo_25:18 cuando se le mandó a Moisés hacer un arca, el arca del pacto; debía construirse un propiciatorio que sirviera de cubierta al arca y debían colocarse dos querubines encima del arca y rodeando el propiciatorio.  Luego  en  Apo_4:8-9  hallamos otra referencia a estos seres vivientes llamados querubines. Juan nos dice que «no cesaban día y noche de decir:   Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir. Y... aquellos seres vivientes dan gloria y honra y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos». Observarás que estos seres vivientes de Apocalipsis 4 son adoradores. Mientras los serafines decían «santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso»  estaban  mirando  alrededor  del  trono  para protegerlo   de   cualquier   invasión   de   impiedad. Cuando los querubines rodean el trono están mirando hacia él y declarando que el que se halla sentado sobre el trono es «santo, santo, santo... Señor   Dios   Todopoderoso».   Los   querubines   de Génesis 3 a la entrada del Edén se hallaban allí para proteger la santidad. Los querubines se hallaban sobre el arca del pacto y sobre el propiciatorio declarando que la santidad sería satisfecha mediante la ofrenda de la sangre. Los querubines del Apocalipsis están adorando a Dios porque la victoria de Cristo sobre Satanás ha vindicado la santidad de Dios.
   Cuando volvemos a Eze_28:14 descubrimos que Lucifer era uno de los querubines protectores grandes. En base a lo que antecede podemos darnos cuenta de la posición eminente de Lucifer en el momento de su creación. Lucifer no era un ángel de una categoría inferior. Era uno de los querubines que podían contemplar el trono de Dios y tributar alabanza y acción de gracias y adorar al Dios santo. Ahora bien, si tratamos de asignar posiciones a los distintos órdenes de ángeles, llegaremos a la conclusión de que el querubín que podía estar en la presencia de Dios y mirarlo o ministrar ante el trono ocupaba la más alta de las posiciones y era el más privilegiado de todos los seres creados. Lucifer fue puesto sobre esta clase tan privilegiada de ángeles por mandato divino.
   Satanás no era tan sólo el más sabio de los seres creados, sino también el más hermoso. En Eze_28:13 el profeta nos describe algo de la hermosura de Lucifer. Y lo hace refiriéndose a él a través del uso de las piedras preciosas. Dice: «De toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina (piedra marrón rojiza), topacio (amarillo dorado), jaspe (incoloro; refleja todos los colores), crisólito (piedra color rojo oscuro), berilo (multicolor) y ónice (verde azulado); de zafiro (azul vivo e intenso), carbunclo (o granate, que es rojo sangre intenso), esmeralda (con su verde centelleante).» ¡Qué conjunto de colores! ¡Qué arco iris de brillantez!   Pero,   lógicamente,  una  piedra  preciosa no tiene luz propia. Si lleváramos cualquier piedra preciosa a una pieza oscura, no brillaría. No luciría. ¡ Su belleza no es propia! Su belleza estriba en su capacidad de reflejar la luz exterior. Cuando Dios creó a Lucifer, lo creó con capacidad de reflejar la gloria de Dios mejor que cualquier otro ser creado. Pero la belleza que se observaba en el más sublime de los seres angelicales era una belleza que le fue dada por creación, no una belleza propia por naturaleza. Era belleza reflejada. Dios en su santidad era la luz que hacía que Lucifer irradiara y destellara la gloria que era Suya. Podría decirse que Lucifer era perfecto en hermosura, porque ninguna criatura reflejó tan plenamente la gloria de Dios.
   Los instrumentos musicales fueron concebidos originalmente como medios de alabar y adorar a Dios. No era necesario que Lucifer aprendiera a tocar un instrumento musical para alabarle. Por decirlo así, tenía un órgano de tubos dentro de sí, o era un órgano. Esto es lo que el profeta quiso decir cuando dijo: «los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación». Lucifer, a causa de su hermosura, hacía lo que un instrumento musical haría en las manos de un diestro músico: producir un himno de alabanza a la gloria de Dios. Lucifer no necesitaba buscar quien tocara el órgano para él poder cantar la doxología: él era en sí una doxología. La misma hermosura de Dios que reflejaba traía alabanza, honra y gloria a Dios. Lucifer era llamado el ser resplandeciente, el portador de la luz, y ningún otro ángel podía reflejar el grado de la gloria de Dios que reflejaba mientras resplandecía hasta lo sumo con alabanza al Dios que lo había creado.
   ¿Cuál es el deber de una criatura? Someterse a su  creador.  La  criatura  debe  reconocer  que  es hechura de Dios y que el Creador se halla por encima de él. Pero leemos en Eze_28:16-17 que Lucifer dejó su lugar de criatura y usurpó la posición del Creador. «Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor.» Lucifer, la criatura, no reconoció como soberano al Dios que había demostrado la extraordinaria grandeza de su poder al dotarlo de tal hermosura y gloria. La sabiduría que Dios había dado a Lucifer fue pervertida. Seguro que se dijo: «Un ser tan sabio como yo debiera ser Dios; un ser tan hermoso como yo debiera ser adorado, y no adorar a otro.» Precisamente lo que Dios le había dado se convirtió en la asechanza que lo hizo renegar de su posición de obediencia, sumisión y dependencia. El ser que fue creado para demostrar y manifestar la gloria de Dios trató de glorificarse a sí mismo mediante su declaración de independencia. ¿Sabía Dios cuando lo creó que el orgullo cautivaría el corazón de Lucifer? Sí; dado que Dios es omnisciente, lo sabía. ¿Podría haberlo evitado? Sí; ya que Dios es omnipotente, podría haberlo evitado. ¿Por qué no lo hizo? Nadie lo sabe. Dios ha elegido entrar en conflicto con el príncipe de la potestad del aire para demostrar a toda la creación, por medio de su victoria sobre las innumerables huestes de maldad, que El es un Dios de gloria, un Dios de santidad, un Dios de poder, un Dios que es digno de ser adorado y alabado.
   Hace algunos años, siendo yo pastor en un lugar cerca de Filadelfia, vino a nuestra congregación un hombre que se había trasladado del medio oeste para ocupar un puesto en el departamento de piedras preciosas de las grandes tiendas John Wanamaker de Filadelfia. Al visitarlo varias veces durante el transcurso de mi ministerio pastoral, había hablado con él acerca de su trabajo y acerca de algunas de las piedras preciosas que él había visto y comerciado. Cierto día en que visitaba yo la tienda, me llamó y me dijo:
   —Le gustaría ver un diamante que acabamos de recibir.
Volvió  al  subsuelo,  regresó  con  una  pequeña bolsa de gamuza y me dijo: —Abra la mano.
Abrió la bolsa, depositó una piedra en mi mano y me preguntó:
   —¿Había tenido antes un diamante de medio millón de dólares en la mano? Le contesté: —¡ No muy a menudo!
Había colocado un diamante de medio millón de dólares en la palma de mi mano. Un escalofrío me bajó por la columna vertebral. Cuando hube examinado la enorme piedra quedé sumamente desilusionado, porque hasta la pequeña piedra que mi esposa usaba sobre su dedo brillaba más y tenía mucha más vida y fuego que el diamante. Evidentemente él me leyó el pensamiento. Sonrió y me dijo: —Alcáncemela.
   Introdujo la mano debajo del mostrador, sacó un trozo de terciopelo negro y colocó la piedra sobre él. De pronto el diamante cobró vida. Brillaba, chispeaba. Me explicó que cuando uno tiene un diamante en la mano éste luce inerte, opaco, porque refleja el color de la carne. Pero una vez colocado sobre un fondo negro el diamante reflejó luz y pudimos observar su belleza. Del mismo modo, cuando Dios quiso mostrar la perfección de Su santidad, la reveló contra el telón negro del pecado. Cuando Jesucristo vino a salvar a los pecadores, el contraste entre su persona y la humanidad pecaminosa hizo resplandecer la gloria de su absoluta santidad.
Creo que nadie podrá comprender jamás por qué Dios permitió la caída de Satanás. Pero las Escrituras registran el hecho de que el más sabio y hermoso de los seres creados por Dios apartó su vista del Creador y la volvió hacia sí mismo. No reconoció que todo lo que él era y todo lo que él tenía le había sido concedido por la mano del Creador, ante quien era responsable. Al darle las espaldas a Dios se volvió hacia sí mismo y se transformó en un ser fundamentalmente egoísta. Todo hombre nacido en este mundo después del pecado de Adán ha tenido una naturaleza exactamente igual a la de su padre, el diablo. Lo que caracteriza al hombre pecador es el egoísmo y el egocentrismo. El hombre se caracteriza por su orgullo. Vive su vida independientemente de Dios y sólo perpetúa la naturaleza de su padre, el diablo. A menos que llegues a comprender algo del egoísmo, del orgullo y de la independencia básicos que caracterizaron a Satanás cuando él dejó su estado original, nunca te comprenderás a ti mismo ni comprenderás las tentaciones que se te presentan día tras día.
   Un hombre puede hoy en día andar de acuerdo al modelo de Lucifer. Puede enorgullecerse de su preparación, de sus capacidades intelectuales, de sus logros, y no reconocer que todo lo que tiene es don de Dios. Puede enorgullecerse de todo lo que tiene en el dominio material y no reconocer que proviene de Dios. Puede enorgullecerse de su posición en el mundo profesional y no reconocer que también esto es un don de la gracia de Dios. Cuando un hombre se observa aparte de Dios está perpetuando el pecado de Lucifer, andando según su propio camino. La conducta de una persona que se amolda a la conducta de Lucifer puede ser alterada, pero ello sólo sucede cuando recibe a Jesucristo como Salvador personal. En ese momento recibe una nueva naturaleza mediante un nuevo nacimiento; su egoísmo fundamental puede ser desplazado por una preocupación por los demás. El orgullo que en un tiempo caracterizaba todos sus pensamientos permite al recién nacido hijo de Dios verse en relación filial con Dios; se da cuenta que no es nada y que depende de un padre. Quiera Dios que reconozcas que eres hijo de tu padre, el diablo. No eres un pequeño Lucifer; eres un pequeño diablo. La diferencia es enorme. Dios desea sacarte de esa familia e introducirte en su familia. ¿Lo aceptarás a El como Salvador?

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